JuvenilES

Dejen la escuela en paz

Por Hugo César Moreno Hernández

Si la juventud es un efecto no esperado de la masificación de la escuela, es porque produjo las condiciones para que los sujetos vivieran experiencias sociales bien específicas. Ya he hablado de éstas: experiencia escolar y experiencia juvenil según el juego de enredos, confrontaciones, paralelismos, etcétera, entre los procesos de socialización y socialidad.

Por ello, el gran drama de las clases en línea fue la cancelación de los espacios donde la socialidad pudiera llevarse a cabo y aunque quedaba el territorio digital para esto, la saturación con clases, tareas y demás actividades educativas endilgadas a la red, vaciaron un tanto el afán de socialidad digital. No es casual que fueran los jóvenes quienes más transgredían las cuarentenas y las distancias entre seres humanos. Fiestas clandestinas, partidos de futbol en las calles, visitas en pareja a centros comerciales y tropelías más o menos graves dependiendo de la severidad con que se buscó mantener en casa a los ciudadanos, se convirtieron en repertorio de las juventudes para producir intersticios para ocupar.

La calle, prohibida, se convirtió en un buen lugar para la socialidad, no sólo por la prohibición, sino porque, al igual que la escuela, pero bajo otros procesos, la calle, en la modernidad y según sus diseños en nuestras sociedades, siempre ha sido un buen lugar de encuentro entre pares donde los intersticios son mucho más profusos y divertidos. Sin embargo, para los jóvenes estudiantes, la calle implica el encuentro con sus pares fuera del territorio escolar. Esto no implica que jóvenes acostumbrados a ocupar las esquinas, porque no hay más lugares por ocupar, no sean también estudiantes y no sepan ocupar el territorio escolar. No hay purezas ni identidades fijas.

Sin embargo, la calle en su relación con la escuela puede generar distancias y divergencias en la forma en que se habita. Por ello, no es posible establecer un continuo entre calle y escuela, sino una especie de fronteras de sentido que invitan a usar la calle como conector con otros espacios donde la socialidad escolar se expande, como el cine, los centros comerciales, los locales para bailar o beber, incluso las casa de compañeros y otros espacios donde los jóvenes estudiantes expanden los lazos de socialidad con sus pares.

El territorio digital funciona también como herramienta de expansión de estos lazos, asimismo se empobrece cuando se le interfiere por el dispositivo escolar. Insisto en que los resultados de las clases en línea fueron desastrosos tanto para el proceso de socialización como para la socialidad. A la luz del tiempo, este desastre permite realizar una buena especulación sobre los efectos de la colonización digital ¿hasta dónde podrá llegar y cuáles serán las respuestas contra dicho proceso? Parece que las clases en línea, más que convertirse en un alternativa, se han satanizado un poco, se evitan, pero se sabe que están ahí como una posibilidad constante. Lo que me parece ha quedado claro, es que el proceso educativo requiere la presencialidad porque es a través de la comunicación que se transmiten mejor los contenidos y los contrasentidos que hayan los estudiantes. La comunicación no está sólo en la voz, quizá sea el vehículo menos expresivo o quizá la voz pierde expresividad si no se acompaña de la presencia de los sujetos y todo lo que comunica el cuerpo y su relación con los otros cuerpos.

Tras la pandemia, parecía que la educación se trasladaría en gran porcentaje a la virtualidad, sin embargo, la realidad es que la educación por medios digitales ya estaba entre nosotros, pero no para tomar el lugar de la escuela, sino como línea estructural en las sociedades de control, con la llamada educación continua, las nuevas profesiones y la exigencia a los sujetos para seguir formándose técnicamente, dejando de lado la dimensión cívica que, quiérase o no, es la dimensión donde los afectivo, ético, estético y lingüístico fortalece las capacidades sociales de los sujetos, ya sea en términos de cooperación, solidaridad o competencia e individualismo.  Es preciso estar junto para desarrollar habilidades de convivencia y eso no está dado totalmente por los contenidos curriculares, sino por el mismo estar juntos.

Autor: Hugo César Moreno Hernández