Vulnerabilidad heredada: La otra cara de la generación de cristal

Fredy E. Cauich Carrillo
IEMS- SECTEI CdMx

“El mundo ideal es el mundo en el que aprendemos a controlar el crecimiento de población de tal forma que en cada país no haya demasiada gente. Un mundo en el que cuando tomas una decisión te preguntes: ¿Cómo afectará esta decisión de hoy a las generaciones del futuro? Un mundo en el que no tengamos tanta presión por parte de los grandes negocios. Un mundo en el que se permite a los niños ser niños y divertirse. Y un mundo en el que aprendemos a respetar a los demás seres vivientes y a estar en armonía con la naturaleza”

Dra. Jane Godall

El término “generación de cristal” ha sido ampliamente utilizado para describir a los jóvenes del siglo XXI, caracterizándolos como frágiles y fácilmente ofendidos. Sin embargo, esta etiqueta despectiva  ignora los factores complejos que han dado forma a las nuevas generaciones. Los jóvenes de hoy están en un mundo complejo, enfrentando desafíos sin precedentes. Han sido testigos invisibilizados de cambios profundos en el mundo, desde avances tecnológicos hasta crisis ambientales globales, y han crecido en un entorno donde la información está al alcance de un clic, pero también cargado de incertidumbre, sofismas y estrés. Juzgar a estos jóvenes sin considerar el contexto en el que crecieron es injusto.

En mi opinión, lejos de ser frágiles, ellos muestran niveles de empatía, conciencia social y compromiso interesantes, pero que nuestras ataduras del siglo pasado nos impide percibir. Esta generación crece en un entorno caracterizado por la incertidumbre, la sobrecarga de información y la presión por alcanzar la ficción de la perfección y por otra parte la vulnerabilidad atribuida a esta generación no surge de la nada. Muchos jóvenes han sido criados por padres que, en su intento de protegerlos, priorizaron su seguridad emocional y física, a veces a expensas del desarrollo de la resiliencia. Los padres de hoy, a menudo sobrecargados y enfrentados a presiones laborales y sociales sin precedentes, hacen lo mejor que pueden para criar a sus hijos. Culparlos por las características de la generación de cristal es simplista y contraproducente. La supuesta fragilidad de esta generación no es una falla inherente, sino el resultado de un contexto sociocultural. En lugar de señalar con el dedo, debemos colaborar para crear entornos más saludables y equitativos para todos, ellos y nosotros.

Para potenciar a los jóvenes, es fundamental ofrecerles una educación que no solo transmita conocimientos, sino que también fomente la resiliencia, la creatividad y el pensamiento crítico. Esto implica replantear la evaluación implementando sistemas más auténticos y personalizados que promuevan el aprendizaje profundo y la creatividad; fomentar el aprendizaje socioemocional desarrollando habilidades como la empatía, la resiliencia y la inteligencia emocional en los estudiantes; aprovechar las tecnologías educativas para transformar la forma en que enseñamos y aprendemos; y crear una colaboración entre la escuela y la familia para un entorno de aprendizaje integral que involucre a la escuela, la familia y la comunidad.

La tecnología y las redes sociales han transformado radicalmente la forma en que vivimos y nos relacionamos. Si bien estas herramientas ofrecen numerosas oportunidades, también presentan desafíos para la crianza de los hijos. Los padres deben navegar por un entorno digital complejo y aprender a establecer límites saludables para proteger a sus hijos. 

Para la gran mayoría de los padres, es natural querer proteger a los hijos de cualquier daño. Sin embargo, es importante recordarles que la adversidad también puede ser una oportunidad para crecer y aprender. Al permitir que los hijos enfrenten desafíos de manera gradual y con nuestro apoyo, como institución educativa, les estamos enseñando habilidades valiosas para la vida. La comunicación abierta y honesta es fundamental para construir una relación de confianza con nuestros ellos. Al escuchar sus preocupaciones y validar sus emociones, les estamos mostrando que ya no son invisibles.

Consideremos un ejemplo:Juan, un joven de 18 años recién egresado de la educación media superior, creció en una familia donde sus padres se esforzaron por protegerlo de cualquier adversidad. Desde pequeño tuvo acceso a una educación y un ambiente familiar sin adjetivos de bueno o malo. Sin embargo, cada vez que enfrentaba una dificultad, sus padres intervenían rápidamente para resolverla. Esta protección constante, aunque bien intencionada, tuvo un efecto secundario: Él no desarrolló las habilidades necesarias para manejar el estrés y las dificultades por sí mismo. Al llegar a la universidad, se encontró con un mundo menos indulgente y más competitivo. Sin la intervención constante de sus padres, Juan comenzará a sentirse abrumado por la presión académica y social.

El caso de Juan no es único. Muchos jóvenes han experimentado una crianza similar, donde la protección excesiva ha limitado su capacidad para enfrentar desafíos de manera autónoma. Este proceso, conocido como “crianza helicóptero”, ha sido identificado como un factor que contribuye a la percepción de la generación de cristal. Los padres helicóptero, en su deseo de proteger a sus hijos, a menudo sin darse cuenta, les privan de la oportunidad de desarrollar habilidades de afrontamiento y resiliencia.

Es importante reconocer que esta forma de crianza no surge de la negligencia, sino de un deseo profundo de proteger y asegurar el bienestar de los hijos. Sin embargo, el desafío radica en encontrar un equilibrio entre brindar apoyo y permitir que los jóvenes enfrenten y superen sus propias dificultades. La protección excesiva puede tener consecuencias no deseadas, y es aquí donde se hace evidente la necesidad de un cambio de enfoque. En lugar de juzgar a la generación de cristal, debemos enfocarnos en proporcionarles las herramientas y recursos necesarios para fortalecer su resiliencia. Esto implica fomentar un ambiente donde se valore la autonomía y la capacidad de afrontar desafíos, al mismo tiempo que se ofrece un apoyo adecuado. Programas de educación emocional y habilidades para la vida pueden ser fundamentales en este proceso, ayudando a los jóvenes a desarrollar la confianza y las habilidades necesarias para enfrentar el mundo con fortaleza y adaptabilidad.

Es esencial que la sociedad en su conjunto cambie su percepción de la vulnerabilidad. Ser emocionalmente sensible no debería ser visto como una debilidad, sino como una característica humana valiosa que puede contribuir al bienestar individual y colectivo. La empatía, la capacidad de reconocer y expresar emociones, y la habilidad para buscar y brindar apoyo son cualidades que enriquecen nuestras relaciones y nuestra sociedad.

La tolerancia implica aceptar que los jóvenes de hoy pueden tener valores y prioridades diferentes a las generaciones anteriores. Por ejemplo, la generación de cristal a menudo es criticada por su énfasis en la justicia social y los derechos humanos. Sin embargo, estas preocupaciones reflejan un deseo de construir una sociedad más equitativa y justa. Al ser tolerantes con estas diferencias, podemos aprender unos de otros y trabajar juntos hacia objetivos comunes.

Para ilustrar cómo se puede fomentar la resiliencia y la tolerancia, consideremos otra muestra: Ana es una joven de 18 años que, al igual que Juan, creció en un ambiente protegido. Sin embargo, a diferencia del primero, los padres de Ana se dieron cuenta de la importancia de permitirle enfrentar desafíos por sí misma. Cuando Ana tuvo problemas con sus compañeros de clase, sus padres le brindaron apoyo emocional, pero no intervinieron directamente. En su lugar, la animaron a encontrar soluciones y a aprender de la experiencia. Cuando Ana enfrentó dificultades académicas, sus padres le ayudaron a desarrollar estrategias de estudio y manejo del tiempo, en lugar de resolver el problema por ella.

Como resultado, desarrolló una mayor confianza en su capacidad para enfrentar y superar obstáculos. Aunque todavía experimenta ansiedad y estrés, ha aprendido a manejarlos de manera más efectiva y a buscar ayuda cuando lo necesita. Este enfoque de crianza, que equilibra el apoyo con la autonomía, puede ser una guía útil para otros padres que buscan preparar a sus hijos para los desafíos del mundo moderno.

La “generación de cristal” no es más que un reflejo de un entorno cambiante y de las complejidades de una crianza bien intencionada pero imperfecta. Juzgar sin contexto no contribuye a la solución; entender y apoyar, sí. Debemos trabajar juntos para crear un entorno que valore y fortalezca la resiliencia, y que reconozca la vulnerabilidad como una parte natural y valiosa de la experiencia humana. Al hacerlo, podemos ayudar a esta generación a transformar sus desafíos en oportunidades de crecimiento y fortaleza. La tolerancia, como valor fundamental, puede ser el puente que nos permita superar las barreras generacionales y construir una sociedad más comprensiva y solidaria. En lugar de etiquetar a los jóvenes como frágiles, debemos reconocer su capacidad para enfrentar y superar desafíos en un mundo en constante cambio. La educación, el apoyo emocional y la tolerancia son claves para ayudar a esta generación a desarrollar la resiliencia necesaria para prosperar. Al colaborar para crear entornos más saludables y equitativos, podemos asegurar un futuro más prometedor para todos; ellos y nosotros.

Autor: Fredy E. Cauich Carrillo

Maestro en Historia. Doctorante en ecología y gestión ambiental. Diplomados en: Educación, SEP-CAM (2000), Educación y sicología de la adolescencia UNAM (2003). Biología evolutiva, Universidad Complutense de Madrid (2021). Docente, Tutor, Investigador, Tiempo completo, categoría C, Instituto de Educación Media Superior de la Ciudad de México.

Instagram