Por Hugo César Moreno Hernández
Cómo aparecen los intersticios en el territorio digital, cómo se da la socialidad. Si en el espacio físico de la escuela, la socialidad es un proceso resultante del estar juntos, es decir, posterior al proceso de socialización, en el mundo digital la situación se invierte. Es decir, aparece como un territorio de socialidad pura, entendiendo por esa pureza la ausencia de pulsiones de socialización, el cual después es hostigado por las necesidades de control del dispositivo escolar.
En principio se prohíbe, después trata de incluirse en los procesos pedagógico-formativos. El territorio digital es intersticial porque se habita en paralelo y, a veces, en contra de las exigencias del espacio físico, como el aula, donde la atención se exige sin ambages.
Si se ha estado en un aula con treinta, cuarenta o cincuenta estudiantes de nivel secundaria o, incluso, en esos sistemas de educación media superior donde la infantilización de los estudiantes se asume como medio de control, donde, a diferencia de otros sistemas, los jóvenes estudiantes no tienen facultades para gestionar sus horarios y estos están determinados para todos por una decisión central, se habrá experimentado esa sensación de fragmentación que genera la necesidad de estar reconviniendo al silencio constantemente, silencio que no se logra del todo, donde la voz del profesor se acongoja en la insondable vacuidad de un espacio lleno de cuerpos que se disputan el espacio, el oxígeno, la atención del otro. Súmese a ese panorama un territorio en paralelo donde la disputa por la atención es todavía más apremiante. Por supuesto que ese intersticio es mucho más complicado de descubrir y cancelar.
El espacio digital, al integrarse a los territorios del cuerpo y el espacio físico, es territorio de socialidad. En la medida que se ha convertido en una constante de difícil control, el dispositivo escolar ha tratado de usarlo para procesos de socialización, lo que choca con la forma, digamos sólo como descriptor, natural de territorialización realizada por los jóvenes estudiantes.
En los procesos de las llamadas sociedades de control a las que llama la atención Gilles Deleuze, donde los dispositivos sociales logran continuidad cotidiana mediante la ampliación de su influjo en, por ejemplo, la capacitación continua o educación continua, en la autovigilancia en temas de salud y en la imposibilidad de hacer cortes temporales en el trabajo, sobre todo en el trabajo inmaterial, el mundo digital ha permitido su implementación de mejor manera, sobre todo para las generaciones anteriores a la actual. Pero la generación que ha vivido la mayor parte de su vida adquiriendo capital digital a través del uso y práctica cotidiana, habitar el territorio digital no se condice con la búsqueda por extender, por ejemplo, los procesos pedagógicos.
Esto promueve conflictos entre la forma de habitar el territorio digital por parte de los jóvenes estudiantes y los modelos ideados por los adultos que buscan integrar el territorio digital a procesos pedagógicos.