La colonización del territorio digital (sentido negativo)

Por Hugo César Moreno Hernández

OIG4

En la entrada anterior hablé sobre la colonización del mundo digital pidiendo al lector que pensara en éste como un territorio por habitar. Los jóvenes son los primeros habitantes, después llegamos los demás. Esta imagen puede encontrar su correlato con la idea, más o menos general, que lleva a la cabeza la palabra colonización: una población arribando a un territorio ya habitado para desplazar a quienes ahí viven para usurpar el territorio y apropiárselo. Pensemos que eso pasa en el mundo digital, pero los desplazamientos son voluntarios debido a las búsquedas de autonomía y libre expresión de las juventudes que sienten limitarse ante la presencia adulta.

Sin embargo, el hecho de que, por ejemplo, Facebook se convierta en territorio apto para jubilados, no implica que todos los habitantes de Facebook sean jubilados y todos los jóvenes se hayan ido, sino que aumenta la diversidad de la red y sus usos. En sentido positivo la colonización implica vecindad y compartir el territorio, las disputas no son violentas porque los usuarios más antiguos, los jóvenes, saben como lidiar con sus nuevos vecinos y sus capacidades técnicas les permiten producir intersticios que aún son muy complejos para los nuevos usuarios, los adultos.

En ese sentido, la colonización en términos negativos, tiene que ver con las disputas por el territorio. Salgamos un poco del mundo digital, del mundo on line. La manera en que se habita este territorio es a través de dispositivos electrónicos, con distintas interfaces, pero en cada caso, la relación entre el cuerpo y el aparato tiene efectos inmediatos en las relaciones interpersonales y con el espacio físico.

Mirar la pantalla, por un lado, amplifica la vista hasta lugares insospechados, pero, por el otro, enceguece al ususario para lo que sucede al momento de la mirada; manipular la pantalla táctil expande los dedos al mismo tiempo que maniata al sujeto para lo que le sucede al momento, ya ni hablar de los oídos y otros sentidos. Esa relación con el objeto tecnológico para crear y disfrutar de los objetos digitales entra en tensión con la cotidianidad, ya sea en la casa o, lo que nos lleva al punto de la idea de colonización, en la escuela.

En la escuela, la disputa por los territorios es constante, ya hemos visto lo que pasa con el cuerpo, con la forma de habitar los espacios, etcétera. Pero la relación con el territorio digital pone en situaciones muy complejas al dispositivo escolar ¿se le prohíbe? Se intentó, pero ya está tan imbricado en las vidas de los sujetos que podemos sentirnos, sin prurito de ciencia ficción, en ciborg acompañados de dispositivos que nos hacen más llevadera la vida.

Así pues, el dispositivo escolar padeció la irrupción de un nuevo territorio y le costó comprender cómo lidiar con él. Así, se descubrió que no era posible proscribirlo, sino que debía ser atraído a las lógicas de la escuela. Se buscó colonizar el mundo digital por parte de la escuela, esto es, superponiendo las funciones del dispositivo escolar al territorio digital, lo cual ha generado otro nuevo paquete de disputas entre la experiencia juvenil vivida en mundo digital y la experiencia escolar desplegada desde la expansión del proceso de enseñanza-aprendizaje hacia los ecosistemas digitales.

Autor: Hugo César Moreno Hernández
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