Por Hugo César Moreno Hernández
Cuando se observa que en la sociedad las relaciones de poder son constitutivas de las relaciones sociales, se está tomando posición teórica y analítica, en específico, desde las aportaciones del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984). Dicho muy resumido, para Foucault el poder no es una tenencia, no es algo que se tenga, sino que es algo más parecido a un fluido que sucede al momento de ejercerlo, el poder se ejerce, no se tiene. Por supuesto, hay situaciones que impulsan relaciones donde el poder se ejerce de manera muy vertical, como la cárcel, el hospital, la fábrica y, por supuesto, la escuela.
En ese sentido, las relaciones de poder ahí son asimétricas, es decir, unos pocos ejercen poder sobre muchos. Esa es una definición clásica de opresión: pocos con poder imponiéndose a muchos, promoviendo enorme desigualdad frente a la posibilidad de acceder a recursos sociales, culturales y económicos. Sin embargo, hay que tener en cuenta el objetivo de cada institución, en específico la escuela.
Las investigaciones con enfoque de juventud no tienen como principal punto de análisis los preceptos pedagógicos o los planes educativos, es decir, los contenidos ofrecidos a los estudiantes. El enfoque envía la mirada hacia las relaciones de los estudiantes entendidos como subjetividades multidimensionales, es decir, no sólo como estudiantes, sino como jóvenes, condición de género, si pertenecen a alguna identidad étnica o racializada, etcétera.
Es decir, lo que desde las propuestas del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) se denominan trayectorias e implican lo que denominaba trabajos pedagógicos. Según la clase o etnia las trayectorias implican distintos tipos de trabajo pedagógico, lo que a su vez supone el ejercicio de violencias simbólicas que después entraran en pugna con otros trabajos pedagógicos en la escuela. La escuela buscará erradicar ciertos aprendizajes anteriores para lograr la formación cívica y técnica que la sociedad en general le exige. En ese sentido, sin duda, existe opresión del sistema educativo sobre los sujetos que la sentirán de manera diferente según sus trayectorias vitales.El hijo de un obrero o campesino vivirá la experiencia escolar de manera muy distinta a la del hijo de un profesor o médico.
La escuela, por supuesto, constriñe. Es un dispositivo de formación, ejerce una anatomopolítica, lo hace conscientemente buscando su objetivo, formar ciudadanos fiables y saludables, como si intentara producir de manera fabril sujetos en serie. Eso busca, pero no necesariamente funciona así. Se describe de esta manera para ofrecer una imagen factible de dibujar a quien se le describe el proceso, pero no deja de ser eso, un dibujo, una especie de caricatura que, al enfrentarse a la realidad resulta mucho más complejo.
Si la escuela oprime lo hace con la intención de promover subjetividades dotadas con los recursos que les permitirán ser libres según los límites y necesidades de la sociedad en la que se desenvuelva. Si lo logra o no, no depende exclusivamente de la escuela, sino de la sociedad en su conjunto. Las desigualdades que definen muchas de las escuelas situadas en contextos constreñidos por ellas, se filtran a las escuelas y las perpetúan a pesar de ellas. En ese sentido, la idea de la escuela como opresiva debe matizarse a través de comprender las complejidades que le imponen los sujetos que en ella conviven.