Por Hugo César Moreno Hernández
En un breve ensayo titulado “Post-Scriptum sobre las sociedades de control”, Gilles Deleuze explica cómo se articulan las tecnologías del poder foucaultianas, digamos clásicas, de la disciplina, el panóptico y la anatomopolítica con las necesidades del capitalismo postindustrial, es decir, con las necesidades de una sociedad donde el sujeto debe ser más dúctil en cuanto a sus deseos de consumo.
Para Deleuze, las sociedades disciplinarias dan paso a sociedades de control, distinguiendo la disciplina del control a través de las fuerzas moduladoras que ya no precisan de lugares específicos (escuela, hospital, cárcel, psiquiátrico, etcétera) sino que se extienden en el continuo de la vida cotidiana.
Pensemos esto ayudados de otro gran autor, Pierre Bourdieu, quien analiza las trayectorias vitales de los sujetos a través de trabajos pedagógicos, distingue el primer trabajo pedagógico realizado en la casa, del segundo trabajo pedagógico realizado en la escuela, dependerá de las historias subjetivas qué tan bien se articulen ambos trabajos.
Estos dos trabajos pedagógicos se condicen perfectamente con la idea de sociedades disciplinarias. Ahora bien, en la actualidad nos encontramos con trabajos pedagógicos posteriores a la escuela, trabajo pedagógico de tercer orden en el mundo del trabajo, sobre todo cuando es cada vez más complicado que existan trabajos para toda la vida, el sujeto se somete a nuevos procesos de aprendizaje y adaptaciones, es decir, desaprendizajes.
Esto ya no sucede en entornos cerrados, sino en la continuación de los procesos por otras vías. Ahí aparece la llamada educación continua y ahí se articulan las posibilidades ofrecidas por el mundo digital. Si bien universidades y otras organizaciones han desarrollado plataformas para ofertar la llamada educación continua, las redes sociodigitales tienen cualidades específicas para lograr la extensión de los trabajos pedagógicos más allá del aula, el taller, la fábrica o la oficina.
En el momento que el dispositivo escolar desarrolló plataformas propias y comprendió las posibilidades ofrecidas por las redes sociodigitales, comenzó un lento, pero imparable proceso de colonización del dispositivo escolar hacia ese territorio habitado por las juventudes.
Se entendió que las redes sociodigitales tienen posibilidades educativas, donde sus diseños pueden adecuarse para facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje, al permitir crear grupos de estudio, publicar contenido educativo, entregar tareas y, una forma clara de colonización del territorio digital, desarrollar espacios comunes para padres, alumnos y profesores. Así, Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, WhatsApp, TikTok se utilizan para apoyar el aprendizaje.
En ese sentido, comprender la idea de colonización implica analizar cómo el dispositivo escolar, que ya tiene herramientas eficaces para imponerse al territorio corporal y espacial, busca imponerse en el territorio digital, ahí donde los jóvenes tenían la ventaja de ser habitantes iniciales.
Ahí la disputa está, en principio, en que los adultos aprendan a usar las herramientas digitales con el objetivo de educar cívica y técnicamente en un territorio donde los jóvenes habitaban sin objetivos específicos, como espacio de socialidad sin atisbos de mecanismos de socialización.
Podemos imaginar el territorio digital como espacio de pura socialidad al que se le quiere colonizar con búsquedas de socialización y eso promueve nuevas disputas entre las juventudes y el dispositivo escolar.