La antropología social ha mostrado cómo las sociedades humanas se estratifican mediante diversos procedimientos, la distinción entre niños y hombres, mujeres y niñas a través de ceremonias que permiten definir el momento de transformación entre una y otra instancia son una constante antropológica, rituales de paso donde se marca el cuerpo o el cuerpo marca el pasaje de un estadio a otro.
En la actualidad muchas culturas continúan con estos rituales para dar sentido a la pertenencia al grupo según grados de responsabilidad y jerarquía. Sin embargo, el proceso civilizatorio busca homogeneizar las subjetividades a través de dispositivos donde se integran distintas líneas y funciones. El dispositivo escolar es el más eficiente para lograr esto al dotar a los sujetos de saberes cívicos y técnicos, más o menos homogéneos en la mayoría de las sociedades llamadas occidentales.
El principal reto del dispositivo escolar es sortear el obstáculo que representa la diversidad de orígenes de los educandos. Una de las principales estrategias del dispositivo es reducir a una sola dimensión a los sujetos implicados: alumnos o estudiantes. De esta manera se busca desdibujar la diversidad de trayectorias y experiencias sociales. Sin embargo, es muy diferente la forma en que un muchacho cuyos padres son obreros de la industria siderúrgica vivirá la experiencia escolar a otro muchacho cuyos padres son funcionarios públicos. La situación se complejiza si, además de tener origen obrero, esto se articula con algún rasgo estigmatizado, como el color de piel o un origen migrante.
La función social del dispositivo escolar, desde un supuesto de pureza, es disminuir la desigualdad social al homogeneizar a los sujetos como estudiantes que aprenderán cómo conducirse cívicamente y cómo ser productivos para la sociedad. Sin embargo, las desigualdades sociales son estructurales, esto es, están definidas por relaciones de producción y poder de larga data que colocan a sujetos racializados en una situación de desventaja al momento de pisar la escuela.
Por su parte, la escuela, por más que busca pedagogías diferenciadas para superar las desventajas de unos para igualarse a la experiencia escolar de otros con mejores condiciones, está imposibilitada material y estructuralmente para lograrlo, permitiendo distintas experiencias escolares que repercuten en procesos de socialidad muchas veces opuestos a los procesos de socialización, provocando conflictos entre la experiencia escolar y la experiencia vivida por los jóvenes relacionados con sus pares. Según se gestionen los conflictos se evitará o generará violencia escolar, asunto a desarrollar en otra entrega.
Así pues, si bien la escuela, a pesar de su búsqueda homogeneizante, alberga dentro de sí diversidad, la pluralidad de la juventud, el principio de que existen diversas juventudes y maneras de ser jóvenes, no sólo se relaciona con la escolarización, a pesar de ser ésta una de las principales fuentes de la aparición del fenómeno juventud.
La calle, en la medida que se produce como territorio habitado por jóvenes sin supervisión adulta, es también un punto de encuentro entre pares donde la socialidad aparece a través de la transmisión de saberes y la vivencia de experiencias específicas.