Experiencia escolar versus experiencia juvenil

Ya he implicado varias veces la coexistencia de dos formas de experiencia en el dispositivo escolar. En esta ocasión quiero ir más despacio a este respecto. Si bien, como he argumentado, la juventud es un resultado del proceso de escolarización masiva, quizá no haya quedado claro por qué. En principio, el sujeto habita distintos territorios, el primero es el cuerpo, a través de éste habita los distintos espacios, los cuales están definidos por orientaciones sociales, políticas, económicas y culturales.

La escuela es un espacio restringido, su función implica semióticas difíciles de interpretar en contrasentido: la disposición de los cuerpos y los espacios expresa con poca o nula ambivalencia la verticalidad del proceso de socialización. 

Esta disposición cambia muy poco a lo largo de las trayectorias escolares. Del nivel preescolar al superior la relación siempre es vertical por más que se disponga a los cuerpos en metáforas horizontales como el círculo o un formato que finge asamblea.

Sin embargo, la relación entre pares es más horizontal. Cuando hablo de socialidad utilizo un término que busca precisar este tipo de relación. No se trata de sociabilidad como cualidad de ser sociable, sino de relaciones entre pares que están sometidos a una relación vertical.

 La socialización implica jerarquía, ésta se sostiene de un sujeto supuesto saber, es decir, se asume que quien está al frente y por encima sabe lo que se necesita ofrecer a quienes están debajo. La relación se promueve con afanes virtuosos. No tiene en sí malevolencia, sino la búsqueda de ofrecer lo mejor para promover la formación de “buenos” ciudadanos. Pero esto implica una relación de poder de los adultos sobre los jóvenes y, desde un punto de vista foucaultiano, toda relación de poder implica resistencia.

Los jóvenes estudiantes se resisten a la relación de poder habitando el espacio y su cuerpo, descubriendo y creando intersticios, zonas imposibles de vigilar y gestionar por parte de los adultos. Esto no significa que los intersticios sea sólo zonas oscuras. Aparecen cuando el profesor se descuida, cuando mira hacia otro lado, cuando es sorprendido por alguna broma o por leves transgresiones (que pueden llegar a ser graves dependiendo de cómo se gestione la oposición).

Las relaciones de poder en el dispositivo escolar se establecen con la intención de mantener a los sujetos bajo una sola dimensión: la de estudiantes. Atentos, silenciosos y obedientes, prefigurando la experiencia escolar como un momento vital donde se aprenden las habilidades cívicas y técnicas necesarias para la vida en sociedad. Sin embargo, los espacios de socialidad ofrecen otra experiencia, la cual sucede en simultaneidad con la experiencia escolar: la experiencia juvenil. 

Esta atraviesa el estar en la escuela a través del estar juntos, de aprender de los pares aspectos no considerados por el dispositivo escolar que, incluso, pueden ser opuestos. Saberes que tienen los sujetos y se comparten con los pares, saberes ignorados por el diseño curricular. Descubrimientos alternos, muchas veces más intensos que los contenidos pedagógicos y, por ello, más significativos. No importa si son más válidos o veraces, lo importante es cómo configuran procesos de pertenencia, respeto, reconocimiento entre pares y, por supuesto, poder listo para ejercerse entre los intersticios.

Instagram
Scroll al inicio