La colonización del territorio digital como drama social

Por Hugo César Moreno Hernández

OIG4

Sin duda, la emergencia sanitaria de 2020 es un punto de quiebre en el proceso de colonización del dispositivo escolar sobre el territorio digital. De repente, ese territorio de socialidad comenzó a plagarse de exigencias escolares, de vigilancia y de relaciones de socialización. Pero no fue sencillo, los jóvenes, más hábiles y audaces que sus profesores y padres, disputaron sin piedad el espacio, promoviendo situaciones complejas, humillaciones sobre sus profesores, trampas y demás triquiñuelas para defender su territorio.

Y la colonización del territorio digital no se quedo en la virtualidad, pues engulló los espacios íntimos de la casa, no sólo de los jóvenes estudiantes, sino también de sus profesores y demás adultos implicados en el proceso educativo. Las pantallas se abrían a la intimidad de la habitación o de la sala, la cocina, el comedor, desnudando horriblemente las diferencias sociales.

Los más reticentes omitían encender las cámaras y era imposible saber si tomaban la lección o desayunaba o jugaban algún videojuego. Por más implacable que fuera la colonización del dispositivo escolar, las condiciones socioeconómicas de muchas familias obstaculizaron el uso de las herramientas digitales para llevar la escuela a la casa.

En las redes circularon muchísimas imágenes de este proceso, algunas bellísimas donde los profesores buscaron, como verdaderos bricoleros, adaptar sus espacios íntimos como aulas, con pizarrones miniatura y elementos mínimos. Pero esa belleza sólo desnudaba la insondable desigualdad. Vienen a mi memoria las imágenes de una profesora dando su clase virtual desde unas instalaciones dignas de foro televisivo, con pantallas gigantes, con transmisiones limpias, claro, desde alguna instalación en la universidad de Harvard y pienso en una colega poco hábil en las herramientas digitales que nunca pudo enfocar su cámara y sólo se miraba la parte superior de su cabeza. Cuestiones de recursos, porque nadie nos preparó para la tragedia del Covid y nadie nos ayudó para tomar el territorio digital con dignidad.

El drama social, término acuñado por Victor Turner, es elocuente para comprender mejor el momento. Un drama social se escenifica cuando intereses y, en este caso, formas de habitar el territorio digital, pone frente a frente a distintos grupos en obvia oposición. Si bien cada quien estaba frente a su pantalla, el medio coagulo estructuras de disputa y conflicto que no se podían resolver a través del medio que las permitía.

Para Turnes, los dramas sociales son unidades aislables que pueden describirse descubriendo la partícula que las promueve. Así, más allá de la emergencia sanitaria, el drama social inicia con la colonización del dispositivo escolar sobre el territorio digital, exigida por la emergencia, pero estallada por las desigualdades entre saberes, formas de uso y económicas. 

Como explica Turner, el drama social llega a una resolución según se gane o pierda en las disputas o se gestionen los conflictos, pero no todo drama social se resuelve claramente, ya sea en términos de ganadores y perdedores o acuerdos entre las partes.

Sin embargo, la ausencia de claridad no implica que sea imposible analizar cómo se resolvió tal o cual drama social, al determinar la «forma procesional» del drama. Para el caso que nos ocupa, todavía estamos en el proceso de comprender a cabalidad lo que sucedió durante la pandemia y después de ésta, y eso es necesario para evitar los conflictos que derivaron de las relaciones sociales establecidas en ese momento, así como del alcance de la colonización del dispositivo escolar sobre el territorio digital

¿Hasta dónde podrá llegar y cuáles serán las respuestas contra dicho proceso?
Autor: Hugo César Moreno Hernández
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