Por Hugo César Moreno Hernández
El dispositivo escolar se compone de varias series de tramas que se entrelazan para darle forma. Series de prácticas, series de relaciones, series de nociones, diversas series, entendiendo por serie el conjunto de prácticas, relaciones, nociones, etcétera, que se suceden unas a otras, trenzadas entre sí. Entre esas series, los territorios son producidos según prácticas, relaciones entre los sujetos, nociones sobre la educación y la formación de los sujetos, etcétera.
En ese sentido, para comprender cómo el tramado tejido por las diversas series, que dan forma al dispositivo escolar, produce los territorios donde los sujetos experimentan los efectos del funcionamiento del dispositivo, es necesario analizar dichas series. Pensando, como lo hizo Gilles Deleuze, que el dispositivo es una madeja compuesta por líneas, es posible comprender mejor la idea de serie y la manera en que cada serie se relaciona en sí misma y con las otras para formar un tapiz inteligible.
Así, y no sólo para el dispositivo escolar, las series emergen con claridad cuando se definen sus elementos, se identifican sus límites, es decir, que línea o serie pasa por debajo, por arriba o entre, viaja de manera horizontal, vertical o transversal, según acontecen relaciones específicas, momentáneas, normalizadoras o generales. De esta manera, cada línea o serie tiene sus propias reglas y herramientas para regularse con el fin de cumplir su función con relación a las distintas series que dibujan los contornos del dispositivo.
Los territorios son series de prácticas, relaciones y nociones (por mencionar unas pocas series o líneas) con los cuales se establecen los espacios, sus disposiciones, las necesidades de luminosidad, o dicho al contrario, el afán por evitar las oscuridades que permitan escondrijos y la producción de espacios sin vigilancia. Recuérdese que el espacio escuela tiene relación arquitectónica con la cárcel y el taller según un principio panóptico.
El espacio físico es el primer territorio donde se expresan funciones pedagógicas, anatomopolíticas, disciplinarias, de vigilancia y relación entre los cuerpos. Los cuerpos encarnan el segundo territorio. Los cuerpos habitan el espacio y los sujetos los cuerpos y dependiendo de la posición de los sujetos los cuerpos estarán dispuestos en el espacio.
Al frente el maestro, profesor, docente, coordinador, guía o como se le quiera llamar según las nociones pedagógicas imperantes. No importa, este sujeto siempre estará en una posición de poder donde el poder se ejerce verticalmente, ya sea cordial o autoritario, su ejercicio es vertical. Otros sujetos estarán deambulando para evitar que se habiten las sombras, pero dejándose ver, pues la capacidad para ejercer su poder de vigilancia está en dejar sentir su presencia. Otros, los menos, estarán a la sombra, tras los escritorios y los reglamentos, vigilando a todos los sujetos: vigilantes y profesores (según sus variantes modélicas).
La mayoría de los sujetos, los alumnos, estudiantes, educandos o como sea que se les llame según el modelo pedagógico, están dispuestos de manera que la mirada sea constante y se aprecie, sin remilgos, su capacidad para estar quietos, a fin de no enturbiar el proceso de enseñanza-aprendizajes.
El nivel de quietud estará definido por las teorías pedagógicas activas en ese momento. Se evalúa, también, que estén atentos y, sobre todo, que sean obedientes a las indicaciones de sus maestros. Tenemos así dos series de territorios que se habitan de maneras distintas según la relación pedagógica y de trabajo: cuerpo y espacio físico.