En la Cúspide

En esta sección podrás conocer y reconocer a las mejores instituciones, organizaciones y grupos que se han distinguido por su excelencia, su calidad, su innovación y su impacto en el campo educativo. También podrás consultar sus perfiles, sus trayectorias, sus logros y sus reconocimientos, así como contactarlos o seguirlos en sus redes sociales.

Fuente: @edilbertomendi5

Una educación en el medio rural ¿Ha sido posible?

Una educación en el medio rural ¿Ha sido posible? Edilberto Mendieta García   Ocotlán, Tlaxcala, México. En pleno siglo XXI, existen cientos de comunidades rurales a lo largo y ancho del territorio mexicano, las cuales exigen atención a su población infantil y juvenil con educación y es deber del Estado mexicano otorgarla según lo manifiesta la constitución en el Artículo 3°. ¿Qué es una comunidad rural? El concepto mismo no siempre es muy claro, porque si bien existen criterios demográficos como el que emplea una institución como el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) de no mayores a 2,500 habitantes, sin embargo, el vulgo inserta dentro del concepto “comunidad rural” otros más como “caseríos”, “ranchos”, “rancherías”, “colonias agrícolas” o “barrios”, los cuales obedecen a criterios de ubicación geográfica y/o de organización político-social. Para los fines de este texto, me permitiré expresar como “comunidad rural” a un grupo de individuos que tienen su asiento habitacional en una zona campestre, los cuales pueden o no constituir una representatividad gubernamental autónoma, pero que no implica una capacidad organizativa para gestionar beneficios ante autoridades locales o federales, y que pueden desarrollar actividades agropecuarias más estas no son exclusivas, y que su número poblacional no es mayor a 2,500 habitantes. ¿Ha sido posible llevar educación a las zonas rurales de este gran país? Educar conlleva el aprendizaje de modales, conductas y valores en el seno familiar, hasta el aprendizaje de alguna actividad económica para su futura manutención, además de la escolarización que se puede adquirir en el aula, donde un docente puede reforzar los modales, las conductas y los valores, pero a la vez inculca conocimientos científicos y artísticos. Educar es una ardua tarea que tanto padres de familia, cuidadores y docentes comparten (a veces de manera muy coordinada). Desde el más profundo ideal humanista, la meta de educar es convertir a un individuo en un ser responsable, autónomo y comprometido a buscar el mejoramiento de su entorno social y natural. ¿Ha sido –reitero- posible llevar a cabo este ideal en las comunidades rurales? A continuación describiré muy brevemente cómo ha sido este importante proceso en la historia de México, y al final esbozaré algunos planteamientos ante los nuevos retos de la educación en este sector específico de la población. Estas comunidades desde épocas más remotas, como la prehispánica, eran proveedoras de recursos naturales, primero para autosatisfacer sus necesidades, ulteriormente se insertaron en las órbitas de las grandes urbes (cuando estas surgieron) como Teotihuacan, Palenque, Monte Albán o Tenochtitlan, sin embargo, hasta donde el registro arqueológico y las fuentes históricas lo permiten (escritas o pictográficas), sus habitantes se dedicaron a actividades económicas como la agricultura, la cría de algunos animales (perros y guajolotes), a la alfarería de autoconsumo, a la caza y la recolección, generando mercados locales; y de existir productos de interés para las élites metropolitanas, los enviaban a través de rutas comerciales bien establecidas ¿Qué educación pudieron tener? Los adultos enseñaban a los niños y las niñas generalmente oficios y quehaceres propios de su sexo y de su calpulli[1], es altamente probable que no hubiese escuelas, en el término más académico, como se desarrollaron en las grandes ciudades, y quizá las élites de la comunidad pudieron enviar a un hijo varón a una ciudad para prepararse mejor en los Telpochcaltin o en los Calmecaque, y éstos pocos afortunados, pudieron aprender arquitectura, matemáticas, la cuenta calendárica, canto, historia o administración, conocimientos que aplicaron a su regreso en sus pueblos. Tras la conquista española, esta situación no cambió mucho, si bien los elementos españoles y africanos comenzaron hacerse presentes, y posteriormente el surgimiento de las castas, la forma de educarse de las comunidades rurales prácticamente fue igual al periodo anterior, aunque la aparición de la Hacienda si permite replantear algunos cambios. Los hacendados surgieron a fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII, hombres y mujeres venidos de España o ya criollos con importantes recursos económicos, los cuales permitieron pagar a un maestro para los niños y alfabetizarlos hasta cierta edad, posteriormente podía proseguir sus estudios en alguna capital provincial como Puebla, Valladolid o Mérida, en la ciudad de México, o quizá hasta en España. Algún párroco ilustrado pudo instaurar en su sede parroquial una escuela de primeras letras y brindar una limitada educación académica a los habitantes, como en su momento hizo Miguel Hidalgo en Dolores. El surgimiento de algunos colegios –administrados generalmente por una orden religiosa- y de seminarios, como el de San Nicolás Obispo en Valladolid, dio oportunidad a rancheros con mejores posibilidades económicas, para enviar a sus vástagos, principalmente si eran españoles (o criollos), y en menor medida si eran miembros de alguna casta; como fue el caso de José María Morelos, quien a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX a parte de aprender algunos oficios, tuvo la oportunidad de salir de la zona rural y cultivar estudios académicos. Las mujeres fueron educadas para labores del hogar, aprender oficios como la alfarería, el bordado, el hilado y confección de ropa; y quizá algún hacendado permitió la llegada de alguna institutriz que les enseñó las primeras letras y modales cortesanos muy admirados por esas épocas. No obstante, el nivel de alfabetismo entre 1521 y 1821 seguramente fue muy alto en las comunidades rurales. Consumada la Independencia y hasta el surgimiento de la Secretaría de Educación Pública (SEP) con José Vasconcelos, el México rural tampoco cambió drásticamente. Los gobiernos republicanos, centralistas o federalistas, e incluso los monárquicos, tuvieron en sus agendas la gran empresa de la educación, mas la tarea no pudo consolidarse, lo convulso que fue este siglo (1821-1921) entre guerras civiles, intervenciones extranjeras y grupos delictivos, hicieron que las políticas educativas no tuvieran importantes impactos en la sociedad rural mexicana. Quizá esfuerzos más limitados y locales, como comunidades que gestionaban ante las capitales locales un profesor (que podía pasar meses sin cobrar) o por algún sacerdote que instauraba una escuela de párvulos en su curato, o de algún hacendado que por sus recursos pagaba algún hombre

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Karina Puente

Las políticas públicas en torno a la formación docente inicial en Argentina

Las políticas públicas en torno a la formación docente inicial en Argentina En las últimas dos décadas, en Argentina se han abordado diferentes estudios en torno a la formación docente inicial. Muchos de ellos, en un sentido estricto, no pueden ser considerados investigaciones con sustento empírico. Sin embargo, se ha considerado el valor académico de los artículos que tienden a dar cuenta del debate actual sobre el tema y el aporte de elementos significativos a la hora de reflexionar y analizar el mismo. Los estudios permiten dar cuenta de un estado de situación que pone en evidencia la desarticulación hacia el interior del sub-sistema formador, así como, desde éste, con los demás niveles del macro-sistema educativo, especialmente los vinculados a los niveles obligatorios de nuestro país. Los abordajes, de carácter descriptivo y analítico, se han realizado sobre los modelos de las políticas públicas en torno a la formación docente inicial y tienden a poner en debate la necesidad de mejorar la gobernabilidad del sub-sistema en términos de legitimidad, calidad, articulación y participación; considerando que éstas son las condiciones requeridas en toda trasformación tendiente a dar respuestas a las nuevas demandas de la sociedad y que las mismas, deberán ser plasmadas, paulatinamente, en cualquier programa de políticas públicas sobre el sub-sistema formador. En cuanto a la gobernabilidad democrática de los sistemas educativos y de las instituciones del nivel superior, los resultados permiten reconocer y afirmar que la educación debe ser considerada como una tarea de todos, con la centralidad del Estado, con una actitud pluralista y negociadora y con decisiones adoptadas en forma participativa desde el consenso en el marco de una nueva relación entre el Estado y la sociedad. En lo que respecta a la legitimidad, se plantea la necesidad de proyectar políticas educativas establecidas a través de procesos de concertación, con acciones estratégicas, teniendo en cuenta escenarios de largo y mediano plazo, con criterios consensuados en cuanto a la pertinencia de prioridades y metas en términos de equidad social y de financiamiento disponible. Por otra parte, resguardar la calidad, implicaría que la oferta educativa se corresponda con las tendencias mundiales, posicionando académicamente a las instituciones formadoras y sus colectivos docentes; lo cual permitirá brindar respuestas satisfactorias a las necesidades de la población estudiantil y a la sociedad en su conjunto. Esto requiere de una buena gestión de los procesos y de los recursos humanos, financieros y materiales involucrados, mayor profesionalización de docentes y de un proceso permanente de evaluación de resultados y de impactos. La participación, como requisito de la gobernabilidad democrática, plantea la necesidad de promover un mayor protagonismo de la sociedad organizada, en la planificación de las políticas de educación superior y en la conducción de estas. Ello supone integrar la participación de representantes de las organizaciones sociales y del Estado, siempre en el marco de una autonomía institucional fortalecida a partir de nuevas modalidades de participación y de representación. Si bien se puede apreciar una tendencia de estudios que establecen las condiciones requeridas para la trasformación del sub-sistema formador, también es relevante considerar una línea de investigaciones que ponen el énfasis en el estado de situación y en las necesidades sentidas de éste sub-sistema. En ella, se exponen diferentes estudios que ponen en relevancia  parámetros que permitan pensar un marco de políticas educativas para el nivel y, para la formación docente en particular, desde el supuesto que solo los problemas históricos del sistema educativo respecto al: fracaso, deserción y bajo rendimiento, podrán ser superados en la medida en que se proyecte una renovación en la formación de los profesorados; constituyendo esta postura un  aspecto considerado “crucial” en cualquier proceso de transformación escolar. En la última década las investigaciones en el campo de las políticas públicas en torno a la sub-sistema formador, no solo han avanzado sobre un diagnóstico del mismo, sino también, consideran la urgencia de lograr la legitimidad del cambio desde políticas que se construyan desde el consenso y la participación de los actores involucrados, entre los cuales el Estado y la sociedad en su conjunto, deben asumir una gran responsabilidad. Tal consideración, se sostiene desde el supuesto principal, que el Estado garantizará el ordenamiento de las políticas públicas en relación al sub-sistema formador, en una acción coordinada entre el nivel nacional y jurisdiccional -por cuanto este constituye una pieza clave dentro del proceso de cambio educativo- y, tal ordenamiento asociado a una trasformación integral de la formación docente inicial, asegurará la educación como bien público y un derecho personal y social, en los demás niveles del sistema educativo. Uno de los mecanismos para asegurar el servicio educativo como “derecho”, se vincula directamente a la toma de decisiones estratégicas en la dirección, planificación, desarrollo e impulso de las políticas en respuesta al requerimiento social. Por otra parte, ese piso de orientaciones comunes en los países de Latinoamérica supone intervenir en la formación docente entendiéndola como una profesión cuya especificidad se centra en la enseñanza, entendida como acción intencional y socialmente mediada para la transmisión de la cultura y el conocimiento en contextos escolares diversos, como uno de los ámbitos privilegiados para dicha transmisión y, para el desarrollo de potencialidades y capacidades de los alumnos. Como tal, la enseñanza es una acción compleja que requiere de un proceso de reflexión y comprensión de las dimensiones sociopolíticas, histórico-culturales, pedagógicas, metodológicas y disciplinarias para un adecuado desempeño en las escuelas y en contextos diversos, resguardando la identidad, el desarrollo personal y garantizando un servicio de calidad desde prácticas de equidad, para responder oportunamente a las exigencias de nuestra sociedad en el Siglo XXI. Al respecto, se entiende que las políticas de planeamiento del sistema formador se sustentan en la necesidad de iniciar un camino desde la prescripciones, desde la institucionalización de un marco normativo que permita instrumentar la cohesión del sistema formador, es decir que brinde las respuestas requeridas para el accionar en las actuales circunstancias socio-históricas de contextos reconocidos desde lo diverso. Condición que se instituye como un elemento fundante de los argumentos de las actuales

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Dora del Carmen Yautentzi Díaz

Los espacios que perdemos

Los espacios que perdemos​ Dora del Carmen Yautentzi Díaz En el conjunto de los denominados espacios culturales, donde se gestan esos muros invisibles de la belleza de los pueblos, se articularon por siglos redes de comunicación que los seres humanos utilizaron como una forma representativa de contener aquellos saberes ancestrales de representación simbólica, aquellos espacios compartidos dotaron de aprendizaje y apego al territorio y a la propia identidad bien sea familiar o en un ámbito colectivo más amplio. Hablemos hoy de esos espacios que, al calor de la contemporaneidad han ido perdiendo fuerza y vigencia, sumado al hecho de la cada vez más avasallante ola de jóvenes quienes recurren a los lugares virtuales de la inmaterialidad como una forma de reestructurar esas relaciones sociales y como escape a esos territorios donde por generaciones eran depositarios de los sueños y los temores, de la magia y los peligros. Compartamos unos minutos de reflexión en torno a esos espacios que se avizoran cada vez más lejanos en una lógica de la liquidez baumaniana, de la aparente fluidez a manera de invitación a navegar con la corriente y no estancarnos en esos recovecos de la memoria que hasta hace unas generaciones eran imposibles de evadir. Comencemos por hablar brevemente en torno a la memoria colectiva familiar como fuente de conocimiento histórico y como repositorio de recuerdos, donde cada miembro de ese grupo social se reencuentra con su propio pasado y construye su historia personal. Recordemos que los recuerdos de familia se desarrollan en forma multidimensional, y cada dimensión corresponde a esos recuerdos de una situación compartida que todos recuerdan de forma particular. Aunque las conciencias personales sean muros impenetrables todas comparten el hecho de ser comunes y abiertas en ciertos aspectos, dotando de unidad e importancia a esas representaciones concordantes con las que los miembros de la familia se identifican. Pero volvamos al asunto de los aspectos espaciales donde se recrean esas memorias, echemos un vistazo a esa idea melancólica de los lugares compartidos donde construimos la memoria, fuente de una huella indeleble a manera de ideal social. Es posible encontrar esos espacios en las zonas alejadas de las ciudades, aunque son cada vez más escasos y la lógica de crecimiento poblacional amenaza con desaparecer esos lugares en la suerte de la temporalidad veloz que exige inmediatez y prontitud en todos los procesos de la vida cotidiana. Por siglos se gestaron innumerables dramas, comedias, relatos y andanzas alrededor de la sobremesa, del fuego, de las copas y de los rezos. Lo mismo sucedía en festividades litúrgicas que cohesionaban la dinámica de la integración familiar a manera de contribuir al discurso y evocación de los episodios históricos de la vida familiar. Cuántas mesas con tazas de café vacías y platos desperdigados han sido mudos testigos de las andanzas de los vivos y muertos de la familia. Estos elementos de la cultura de una situación olvidada que el otro nos hace recordar, esos secretos habían encontrado un sistema de transmisión de padres a hijos en el que el ingrediente principal siempre fue la imaginación, como forma de rebasar la propia realidad y nos da la posibilidad de interpretar los hechos colectivos y crearnos a nosotros mismos más allá de nuestro propio grupo social. ¡Cuántas abuelas al calor del tlecuil compartían recetas aderezadas con el anecdotario de sus antepasados! Cuantos niños horrorizados escucharon a tíos y abuelos narrar sus encuentros con la Llorona y el muerto mientras volvían de la faena ya caída la noche. Cuantas historias de la revolución gestada en las fábricas textiles tlaxcaltecas han quedado como fervientes y sacros homenajes al valor de hombres y mujeres que vivieron y convivieron en otro tiempo, en otro espacio. Debemos entender la función de esas anécdotas familiares: no es solo entretener, su función va más allá de un mero espíritu recreativo, se trata de ayudar a los miembros de un grupo familiar a comprenderse a sí mismos y a desarrollar su personalidad como miembros de ese grupo social. A partir de ese entramado de relaciones entre los miembros familiares fue posible concretar una suerte de relación espacio-temporal que mantenía fijas las afinidades y la amplitud de intereses como de personalidades subyacentes en este grupo social. Esos relatos al calor de las emociones contenían información valiosísima sobre la forma de vida de la familia, que podía ser representativa de toda una sociedad con características similares, eran también productos culturales estéticos. No solamente bastaba con contar una historia familiar extraordinaria, debía tener un entramado de belleza y riqueza artística que incluso proveía de materia prima a la literatura popular. Era posible también crear y recrear esa serie de condiciones de soporte que nos identificaba como miembros de una riqueza particular que sólo la identidad familiar podía explicar. En la lógica contemporánea de modernidad y globalización, hemos hecho del tiempo un enemigo a vencer a toda costa. Ya esos modelos de temporalidad que correspondían otros espacios, se han vaciado y no queda más que la obsolescencia de la visión temporal donde se contenía y se retraía la memoria y se dotaba de sacralidad a los espacios de intercambio de recuerdos. Con la transformación espacial derivada de una idea capitalista hemos diseñado una compleja idea reductora del espacio que prolonga ese plano devastador de difusión en que la idea de obtener un usufructo económico rompe el sentido de lo privado y de lo sacro en aquellos espacios de convivencia familiar de antaño. Ahora con la transformación territorial, el espacio adquiere otra lógica donde subyace un malévolo sentido de la irracionalidad cultural y un sentido de espacio abierto, que solo favorecen recorridos de marcaje en la lógica del tiempo urbano. Estamos experimentando una práctica de la historia que no se sustenta más sobre la relación ritual de la memoria colectiva familiar, o por lo menos no como la conocemos quienes rebasamos las cuatro décadas de ese flujo aprehensivo llamado tiempo. No es este un llamado el rescate de la creación y recreación oral generacional, es un llamado a la preservación

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La educación con Morena y las Universidades del Bienestar

La educación con Morena y las Universidades del Bienestar El lunes 13 de enero el área de la salud (universidad de la salud) de las universidades del bienestar Benito Juárez publicó la convocatoria para recibir su primera generación de estudiantes en el mes de junio. Algunos señalamientos destacan que ello ocurre pese a no tener ni maestros ni instalaciones, aunque se espera que 200 maestros integren la planta docente en el plantel de la ciudad de México y que la misma se instale en la cuarta sección del bosque de Chapultepec donde estaba la escuela de ingenieros militares. Las notas publicadas destacan que en estas universidades no se realizará examen de admisión, pues el presidente sostiene que éste dejaba fuera a muchos estudiantes bajo el “pretexto” de que no lo pasaban, aunque contará con una etapa propedéutica en la que se decidirá el ingreso, de la cual no se detalló cómo funcionará. A diferencia de las actuales carreras que duran 7 años, 5 de clases y dos más entre servicio social y prácticas profesionales o internado, ésta tendrá una duración de seis, cuatro de asistencia a clases, y uno de internado, en tanto que la carrera de Enfermería durará cinco años. Si se revisan las carreras que ofrece el área saltan algunas dudas que contradicen lo planteado como justificación para la creación de dichas universidades. Veamos esto a detalle. En la Cd. De México se oferta Medicina Integral y Salud Comunitaria, en Chiapas Enfermería y Obstetricia además de Medicina Integral y Salud Comunitaria, en Guanajuato Medicina Veterinaria y Zootecnia, en Guerrero Medicina Integral y Salud Comunitaria, en Michoacán Medicina Integral y Salud Comunitaria además de Medicina Veterinaria y Zootecnia, en Morelos Medicina Veterinaria y Zootecnia, en Oaxaca Medicina Integral y Salud Comunitaria, en dos planteles y en otro Enfermería y Obstetricia, en Puebla Medicina Integral y Salud Comunitaria, en Querétaro Medicina Integral y Salud Comunitaria, en Tamaulipas Medicina Veterinaria y Zootecnia y en Yucatán medicina Integral y Salud Comunitaria. En síntesis, de 15 carreras de la salud, 9 son de Medicina Integral y Salud Comunitaria, 4 de Medicina, Veterinaria y Zootecnia y 2 de Enfermería y obstetricia. Podemos decir que 40 por ciento de las carreras del área de la salud van a competir con las universidades ya establecidas que tienen tiempo de ofertarlas y sólo 60 por ciento ofrecen nuevas opciones de estudio acordes con lo planteado para justificar su creación (ver http://ubbj.gob.mx/registro). Si revisamos el sitio de las universidades del bienestar podemos observar que convocaba a interesados en estudiar que no habían podido acceder a la educación superior ofertando carreras pertinentes a las problemáticas de las comunidades y municipios hasta ahora excluidos buscando arraigarlos a sus comunidades para convertirse en motor de transformación y superación de la desigualdad ofreciéndose como organismos descentralizados con autonomía de gestión y patrimonio propio, con docentes y planes de estudio acordes al objetivo señalado y con seguridad de ingreso a los alumnos y programas de actualización para docentes y profesionales en cada área de conocimiento (https://ubbj.gob.mx/registro). Las otras universidades (áreas de conocimiento) también inician este 2020 pero con periodos diferenciados, unas el 10 de febrero y otras el 10 de junio. La meta es que los 100 planteles que ofertarán 36 carreras capten al 39 % de los jóvenes de entre 18 y 22 años. Es de destacar que el presidente en su primer informe, septiembre de 2019, aseguró que ya estaban funcionando con 39 mil 170 alumnos y 815 maestros laborando (https://www.animalpolitico.com/2020/01/gobierno-universidades-bienestar-2020/). Una investigación al respecto realizada por Animal Político encontró que en Villa del Carbón, donde supuestamente habría un plantel tomaban clases en el auditorio de la casa de cultura, en Tlaltizapán de Zapata, Morelos, utilizan por la tarde los salones de una escuela primaria, en Tepoztlán, también utilizan la Casa de Cultura, en Chilcuautla, Hidalgo, los dos grupos de alumnos están separados, unos toman clases en la Unidad Deportiva del municipio, y otros en espacios que les prestó el comisariado ejidal (https://www.animalpolitico.com/2020/01/gobierno-universidades-bienestar-2020/ ) ¿Es necesario competir contra egresados de universidades ya establecidas? Tan solo en Puebla se ofertan 36 carreras del área de la salud, 4 de licenciatura en medicina, 3 en la BUAP, y no conforme con ello, se abren dos más, una de la USEP (Universidad de la salud del estado de puebla) y la del Bienestar en Zinacatepec. ¿Dónde van a trabajar sus egresados? Si ni el gobierno abre las plazas necesarias en el sistema de salud, ni los jóvenes doctores están dispuestos a moverse al interior por la inseguridad y carencias que campean. Ello sin considerar la falta de infraestructura necesaria en muchos de estos centros educativos ya que, por ejemplo, la del bienestar en Zinacatepec se plantea funcionar en las instalaciones del palacio municipal. Algunos dirán: ya empezaron a construirse las instalaciones, ¿pero por qué no se construyeron primero las escuelas que ya faltaban? ¿no importan? Pareciera que el modelo educativo de las nuevas universidades es diferente al anterior, como si viera a la educación igual que Vasconcelos, como un instrumento de liberación y de transformación social, o como Torres Bodet, como una práctica libertaria. Pareciera que quiere combatir su elitización, la burocratización y el escaso compromiso docente, sin embargo, considero que se deben discutir los criterios en la formación docente, la calidad educativa, los costos de la masificación, las remuneraciones docentes y las condiciones laborales. Es incuestionable que debemos ampliar el acceso a los servicios educativos, pero también racionalizar los recursos económicos, sin olvidar la calidad. La misma Secretaria de Educación tenía claro que una escuela de calidad tiene estrictos procedimientos de ingreso, permanencia y egreso, en alumnos y docentes, con equilibrio entre profesores antiguos y nuevos, con una formación académica idónea; con elevada producción académica, con un currículum académico actualizado y pertinente; con infraestructura funcional, con resultados evidentes de inserción laboral. También es cierto que los resultados educativos evidencian la necesidad de un nuevo tipo de gestión educativa, pero ello pasa por fortalecer las áreas que nos enseñan a pensar, la filosofía,

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