David Auris Villegas
Escribir sobre un tema amenazador, como la corrupción que encarna un obstáculo contra el progreso del país, es un desafío pedagógico. Este fenómeno histórico está muy arraigado en el Perú que golpea a las instituciones y ha estropeado nuestras aspiraciones. En este escenario oscuro, la educación se convierte en una fuente de luz que puede alumbrar el trayecto hacia un Perú más ético, transparente y sostenible en concordancia con los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Para muchos expertos, la corrupción es la crisis de valores y devaluación humana, desde los escándalos políticos, de malversación de fondos públicos por los gobernantes ahora presos, hasta los pequeños actos de soborno a un policía por una infracción vehicular. Estas pobres acciones perpetúan un ciclo tóxico que, afecta a todos los estratos sociales y hace inviable el desarrollo humano.
Sensible ante esta calamidad que azota a la humanidad, La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), en su afán por contribuir a la construcción de una sociedad más justa y equitativa, el 31 de noviembre de 2003, ha proclamado el 9 de diciembre, Día Internacional contra la Corrupción.
A partir de entonces, se han llevado a cabo eventos internacionales con el propósito de divulgar la relevancia de la eliminación de la corrupción. No obstante, Transparencia Internacional señala que los países no están logrando eliminar la corrupción.
Daniel Eriksson, director de esta institución, dijo que los líderes y los gobiernos deben crear espacios democráticos para involucrar a los activistas, empresarios, comunidades marginadas y jóvenes para suprimir la corrupción.
Según el Índice de Percepción de Corrupción (IPC-2022), de 180 países, el Perú ocupa el
puesto 101 con una puntuación de 36, considerando al menos corrupto con 100 puntos. Esto sígnica que somos un país, tristemente gobernado por los corruptos. La Contraloría General de la República, agrega que, durante el año 2022, el Estado peruano sufrió una pérdida de más de seis mil millones de dólares como consecuencia de robo, ineficiencia y despilfarro de las autoridades.
Con esta inestimable fortuna perdida, cada año nos encontramos en el inexorable destino de la bancarrota, por lo que es necesario enfrentar la corrupción, con todas las herramientas que la democracia puede brindarnos. Aparte de otras defensas, la educación, como reserva moral de la sociedad, es fundamental, puesto que educa la mente de las personas.
La inclusión de la Ética como asignatura en los planes curriculares del sistema educativo en todos los niveles es relevante, dado que, en la actualidad, la ética y valores se desarrolla como tema transversal que no tienen un impacto significativo en la formación integral de las personas.
Esto implica que no solo es necesario saber acerca de la naturaleza y las secuelas de la corrupción, sino que también se pueden desarrollar estrategias que provoquen el pensamiento crítico y la toma de decisiones éticas en el ámbito educativo. La construcción del patrimonio moral, el intercambio de vivencias y la discusión de temas de ética y corrupción son valiosos para que los educadores se conviertan en actores eficaces en la formación de ciudadanos honestos.
Por otro lado, miremos a la plataforma de Ético de la Unesco, que comparte la experiencia del estado indio de Rajastán que, el 28% de sus escuelas han colocado murales públicos acerca de las inversiones financieras realizadas por la institución, la asistencia de los docentes, entre otros. Estos ejemplos pueden aplicarse en nuestras escuelas con el propósito de educar ciudadanos más transparentes.
La lucha contra la corrupción es una tarea de todos. Erradicar este cáncer social en el Perú no es una tarea fácil, pero es necesaria para una vida más cómoda y sin pobreza.
© David Auris Villegas.
Escritor, columnista, profesor universitario y creador del ABDIV