Paradigmática

LA TRANSFORMACIÓN PARADIGMÁTICA DE LA REALIDAD.

LA TRANSFORMACIÓN PARADIGMÁTICA DE LA REALIDAD LA CIENCIA COMO MITO Y RELIGIÓN DE LA MODERNIDAD   Hablar de experimentación puede remitirnos a conceptos básicos de la metodología de la investigación, así como del desarrollo mismo de la ciencia que nació formalmente a finales del siglo XVIII. Muchos han sido los intentos por estructurar e imponer paradigmas para que la ciencia sea el saber único, certificado, incuestionable exclusivamente auténtico por encima de cualquier otro. Vastos han sido los personajes encargados de generar el tema y posicionarlo continuamente como paradigma dominante no sólo para guiar lineamientos científicos y de investigación, sino de hacerlo de manera trascendental para tener un impacto el terreno político, económico y social. Algunos de ellos parten desde el idealismo y la moral como Kant, Hegel, hasta personajes como: Comte, Durkheim, Marx, Weber, entre otros… y han hecho de las ideas una herramienta completamente interesante que en ciertos momentos ha pasado a ser peligrosa pues cotidianamente pasa invisibilizada o desapercibida por el ojo de la sociedad civil, empero, pese a que en esencia originaria ha ayudado a que el conocimiento científico se amplíe en pos del bienestar humano, también ha sido utilizado para condicionar y adoctrinar el raciocinio individual; es decir, como bien lo expresó Marcuse (1965) en El hombre unidimensional; el pensamiento de la cultura de masas es sometido a una programación donde se instauran mitos que en su mayoría operan como “doctrinas de fe” altamente subjetivas y carentes de comprobación; casi emulando lo que ha hecho que las se perpetúen las religiones en la historia social y política, mediante determinismos. Este fenómeno puede ilustrarse con el auge y asenso del positivismo lógico en la segunda mitad del siglo XIX, y su impacto en las ciencias del siglo XX y XXI. ¿Quién no ha escuchado en el lenguaje popular avalar una suposición de manera determinista solamente por mencionar que es producto de “un estudio científico”?Es por ello que desde el surgimiento de la modernidad con el triunfo de la razón del siglo de las luces y las revueltas tan famosas de la historia, en los ámbitos políticos, científicos y tecnológicos, se instauró un paradigma para comprender al mundo y la realidad misma. Dichos parangones surgidos desde las ideas tuvieron un impacto en el terreno empírico en vastas ocasiones, hasta el grado de desestabilizar la paz mundial. ¿Quién no recuerda la aparición de la miseria y la desigualdad de aquellos cambios paradigmáticos?, muy acentuados en el siglo XIX con las alarmantes revueltas populares alimentadas por la metodología marxista —crítica del socialismo utópico y la social democracia— en oposición al capitalismo y las estructuras de los Estados. Podemos remitirnos también a los asensos nacionalistas radicales del siglo XX —o también sinónimos de la jaula de hierro teorizada por Weber—; las dictaduras, la exacerbación ideológica de la teoría del Estado moderno, o específicamente al terror tan del holocausto durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente la Guerra Fría con los gulags soviéticos. Esto sin hacer de lado que la propia ciencia se utilizó como herramienta del terror con sus avances científicos y tecnológicos, los cuales contrastaron con aquel viejo mito que se instauró con la modernidad; es decir, aquel que definía a la ciencia como promotora de la paz y la estabilidad humana. Estos sucesos siempre tuvieron la confrontación metodológica y acentuaron el cisma que ayuda a comprender al mundo y la propia realidad que se instauró con el paradigma científico, desde lo cualitativo o lo cuantitativo, es decir; entre quienes defendieron el idealismo, como los teóricos y los filósofos que también estuvieron al servicio de los radicalismos ideológicos de los Estados-modernos, al igual que los científicos “duros” que contribuyeron con aportes para la guerra. Esto sin olvidar la postal de la tragedia del siglo XX con la explosión de Hiroshima y Nagasaki, suceso histórico avalado por la famosa carta firmada por Robert Oppenheimer y Albert Einstein en el proyecto Manhattan.El antiquísimo pasado que heredó la imposición y lucha de los paradigmas también generó diversas reacciones que fueron desde conciliar la guerra metodológica entre la filosofía y la ciencia, hasta el grado de reconfigurar nuevas propuestas metodológicas como “el método mixto” y finiquitar por fin, o conciliar las diferencias dicotómicas entre diversas disciplinas científicas (Walsh, 2012). Tal es el caso de Mario Bunge (1989; 1997; 2007; 2000) —un referente en dichos estudios—, al igual que Isadore Newman & Carolyn R. Benz (1998), Tashakkori & Teddlie (1998), Gary King, Robert Keohane y Sidney Verba (2000), hasta otros más contemporáneos que reafirman a la metodología mixta para ser el paradigma dominante en la investigación como John Gerring (2014), etc.A pesar de la búsqueda para conciliar el idealismo y el dato empírico, las diferencias se siguen defendiendo a ultranza y no falta encontrar en la vida académica a personajes deterministas que rechazan lo teórico para defender lo empírico como “dogma de fe religioso” —tal y como se realizó en el siglo XIX con el ascenso del positivismo lógico—; tanto científicos duros, como científicos sociales de toda índole que lo único que demuestran es la ignorancia del desarrollo y evolución de la metodología de investigación. Este fenómeno devela que quien más se fanatiza con la ciencia, es porque desconoce su funcionamiento interno, o en pocas palabras: desconoce el método científico y nunca ha hecho investigación honesta. Sin embargo, desde la caída del muro de Berlín en 1989 hasta el colapso de la URSS en 1991, la realidad misma reafirmó que nada puede ser una “verdad absoluta”; pues no existen “leyes universales”, ni “saberes totales” y que los paradigmas no son más que meros intentos para concebir al mundo y sus caracterizaciones, o en pocas palabras se puede seguir reflexionando que la ciencia ha sido un desarrollo del propio pensamiento del ser humano, el cual, encierra un infinito de complejidades (Morin, 1994). El daño causado por la guerra de parangones únicamente colapsó reflejando una serie de inestabilidades en el mundo, y se sabe que la propia ciencia está cimentada en procesos de observación, apreciación, interpretación,

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La importancia de la acción política ante la crisis paradigmática global ¿Esperanza democrática o tragedia?

La importancia de la acción política ante la crisis paradigmática global. ¿esperanza democrática o tragedia? En el presente pareciera que la denominación de “la política” se ha vulgarizado hasta ser muestra evidente de la crisis paradigmática que nos embarga. El fenómeno posiblemente nos remita a una inminente revolución científica que se exige y que posiblemente viviremos a futuro, como bien lo definió Thomas Kuhn (1962) en la segunda parte del siglo XX, cuando describió que las ciencias dominantes comenzaron a resentir los estragos de la complejidad que tanto caracteriza a nuestra realidad, debido a que, tras el espejismo que construyó el paradigma científico desde la modernidad (S. XVI- XVIII) hasta el siglo presente, los problemas transcendentales que ha vivido la humanidad nunca se han resuelto, sino que, por el contrario, se han agudizado en todos los ámbitos: políticos, económicos, científicos y hasta religiosos. La coyuntura actual nos ha permitido observar que la tensión global pareciera arrastrarse desde la crisis económica desatada en 2008, y que ha impactado en terrenos políticos y sociales hasta el presente, dando como resultado la presencia de grandes brechas de desigualdad y de pobreza que ya no sólo se presentan en los países subdesarrollados —como dirían bien los teóricos del desarrollismo— sino en las potencias mundiales defensoras de las democracias liberales (Piketty, 2014). Esto sumado a la aparición de la variable emergente que ninguna ciencia logró advertir ni prevenir, como ha sido la pandemia ocasionada por el COVID 19 desde hace más de un año. En contraste, pese a la emergencia sanitaria que ha llevado a muchos países a obligar el confinamiento en distintos niveles como: Argentina, Colombia, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, hasta algunos casos de manera radical como: Reino Unido, Italia, Alemania, Grecia, Francia, entre otros (CNN, 2021). No ha sido un impedimento para que la actividad de la sociedad civil se presente en el espacio público, pues como lo consideró Hannah Arendt: es y ha sido fundamental para la trasformación democrática del status quo de la política desde la década de los 60s del siglo XX (Jiménez Díaz, 2013). El ejemplo es claro si miramos a las sociedades en pleno activismo político en España, Italia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, México, Chile, Perú, Colombia, Brasil, por citar algunos casos, ya que pese a las diversas variaciones de las protestas ciudadanas, el caso de Perú, Chile y Colombia, han dado muestra de que aún ante la problemática coyuntural la sociedad sigue siendo crucial para la defensa de la democracia. Los dos primeros países han dado un vuelco a sus políticas predominantes; desplazando los radicalismos de las extremas derechas, o como en el caso colombiano: con el hartazgo de casi dos décadas de gobiernos criminales —desde Uribe a Duque—, siendo los principales responsables de la desigualdad, y del abuso del poder que se evidenció después de las reformas fiscales impuestas en 2021, las cuales, fueron revertidas por la propia sociedad colombiana tras escenarios trágicos que dejaron como resultado muertos y desaparecido. Y es tras este panorama donde podemos reflexionar que el terreno democrático se ha ganado a pulso y con el sacrificio de la vida misma del ser humano desde tiempos inmemorables. El debate ha llevado a teorizar o especular sobre el futuro político de la humanidad a filósofos como el marxista Slavoj Žižek y el culturalista Byung-Chul Han (Reyes y Casco, 2020), quienes se han centrado en mirar si el sentido comunitario surge como respuesta ante el fenómeno actual, o si la defensa de la libertad humana será el motor de los campos de batalla del futuro político. Lo cierto es que la incertidumbre predomina. El pensamiento político nos puede ayudar a comprender dichos fenómenos, tal vez de manera especializada; técnica, instrumental y hasta racionalista, como lo ha intentado hacer la propia ciencia política desde el siglo XX cuando Giovanni Sartori (1996) la fundó con un método y una lógica para distinguirla de las otras ciencias sociales, ya que al paso del recorrido de la historia humana y principalmente el de la historia de las ideas políticas —tanto de la filosofía, teoría y ciencia—, nos ha ayudado a comprender el mundo y las tensiones de la propia realidad humana. Sin embargo, ¿hasta qué punto la misma ciencia debe normalizarse para generar un pensamiento crítico y reflexivo de manera general en la sociedad civil?, ¿es acaso necesario reformar al sistema educativo de países como el nuestro para rescatar a la filosofía, a la ética, al civismo, etc., sin adoctrinamientos impulsados por proyectos nacionalistas disfrazados de soberanistas?, ¿seguiremos mirando la imposición de los modelos económicos fracasados impuestos en la sociedad civil?; es decir, aquellos que exigen que la educación sea técnica, industrial, comercial o económicamente productiva. Aquellas exigencias radicales del mundo moderno y posmoderno que lo único que han evidenciado son los intereses de las oligarquías y las élites dominantes en todas las escalas. Es lamentable mirar que la ciencia en general jamás ha sido pública o abierta. Desde la antigüedad se sabía que el conocimiento y la sabiduría han sido exclusivos para grupos selectos y hasta herméticos. La complejidad de las sociedades heterogéneas que ha construido la democracia en el presente, requiere una comprensión más vasta en donde se pueda insertar valores democráticos vitales para evitar escenarios trágicos que pueden desencadenarse por el endurecimiento de los Estados y los radicalismos de las políticas que tanto han alarmado desde la presencia de la pandemia. El presente devela la inminente polarización que ha tenido el distanciamiento o la desconexión del ejercicio político, fenómeno que puede traducirse en lo que el historiador francés Pierre Rosanvallon (2010) señaló como la crisis de la legitimidad democrática. Esto sin hacer a un lado los destellos de la acción ciudadana en los países antes señalados que, en los mismos términos del académico francés tienen la denominación de actos contrademocráticos (2006). No cabe duda que el pensamiento de la propia sociedad civil se construye desde abajo; es decir, desde los estratos inferiores para hacer frente con la democracia a las formas de

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