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UNESCO IESALC y la Fundación Lumina publicarán un informe con 15 iniciativas universitarias innovadoras

Foto: SDI Productiones / Getty Images

En las últimas dos décadas, la educación superior se ha extendido masivamente. Se matriculan más estudiantes que nunca, y la matrícula mundial en educación superior ha pasado del 19% en 2000 al 43% en 2023. Pero aquí está el truco: que haya más estudiantes en la universidad no significa automáticamente que se gradúen más estudiantes. De hecho, la tasa de graduación sólo ha subido del 17% al 26% en el mismo periodo y la proporción de graduados que consiguen buenos empleos es aún menor. Se trata de una gran brecha que requiere una cuidadosa consideración, tanto por parte de las universidades como de los responsables de políticas públicas.

Hay varias razones para ello. Una está relacionada con el creciente desajuste entre las cualificaciones de la educación superior y las demandas del mercado laboral. El simple hecho de tener un diploma ya no garantiza una carrera profesional sin problemas. Por ejemplo, hay una gran demanda de competencias digitales, pero las universidades tardan en actualizar sus planes de estudios a estas realidades.

Además, el crecimiento económico no ha ido a la par del aumento del número de licenciados en varios países. Esto ha provocado que haya demasiadas personas cualificadas y muy pocos empleos de calidad, sobre todo en los países de renta baja. ¿Cuál es el resultado? Un número cada vez mayor de egresados atrapados en trabajos que no aprovechan plenamente sus capacidades, con dificultades para encontrar un empleo estable o lo que es peor, desempleados. Estos no son los resultados que los estudiantes esperan tras invertir en educación universitaria y, a nivel general, no aumenta la movilidad social.

Los gobiernos están prestando atención. Alrededor del 70% de los planes nacionales de educación superior priorizan actualmente la empleabilidad. Pero las universidades también deben desempeñar su papel: no se trata sólo de conseguir que los estudiantes se gradúen, sino segurarse de que salen de la universidad con las capacidades y oportunidades adecuadas.

Cada vez son más las universidades que adaptan los planes de estudios a las demandas del mercado laboral, por ejemplo, fomentando el espíritu emprendedor para preparar a los egresados para una economía colaborativa o integrando en la titulación experiencias prácticas como periodos de prácticas o programas de educación cooperativa. Además, las universidades están reforzando los servicios de orientación profesional para orientar a los estudiantes y ponerlos en contacto con los empleadores.

Aun así, falta una pieza: no todos los estudiantes empiezan en el mismo punto de partida. Para los que proceden de entornos infrarrepresentados, encontrar un empleo de calidad tras graduarse es aún más complicado. Las universidades deben asegurarse de que sus servicios de orientación profesional sean conscientes de esta realidad.

Los estudiantes infrarrepresentados varían según las regiones del mundo, pero a menudo incluyen a personas procedentes de entornos socioeconómicos bajos, los refugiados, los pueblos indígenas, los universitarios de primera generación y las personas con discapacidad. Las actividades de desarrollo profesional, como las prácticas y las oportunidades de establecer contactos les resultan más difíciles de acceder debido a las limitaciones económicas, los prejuicios sociales y otras desigualdades estructurales.

Por ejemplo, las prácticas no remuneradas son una opción habitual en muchos sectores, pero siguen estando fuera del alcance de los estudiantes que no pueden permitirse trabajar gratis. Del mismo modo, los estudiantes universitarios de primera generación a menudo carecen de mentores y redes profesionales que puedan ayudarles a elegir su carrera o a ponerse en contacto con posibles empleadores. Mientras tanto, los prejuicios sistémicos en la contratación y las culturas de trabajo pueden crear barreras adicionales, desde la falta de concienciación sobre las necesidades únicas de los estudiantes hasta la discriminación absoluta. Incluso los programas de empleabilidad bien intencionados pueden pasar por alto algunos aspectos como la accesibilidad física, lo que deja a  los estudiantes con discapacidad en desventaja.

Entonces, ¿qué pueden hacer las universidades para igualar las condiciones? Se necesita un planteamiento más holístico, que vaya más allá de los servicios generales de orientación profesional y ofrezca un apoyo integral específico a estos grupos en colaboración con otras unidades universitarias y los empleadores. Conscientes de ello, UNESCO IESALC y la Fundación Lumina colaboran en la elaboración de un nuevo informe en el que se destacan 15 iniciativas universitarias innovadoras e integradoras diseñadas para ayudar a los estudiantes procedentes de entornos socioeconómicos desfavorecidos, a los refugiados, a los estudiantes indígenas y a los estudiantes con discapacidades a integrarse con éxito en el mercado laboral.

Fuente: [2025-17-febrero]. UNESCO IESALC. Promover la empleabilidad de los estudiantes a través de la educación superior. https://www.iesalc.unesco.org/es/articles/promover-la-empleabilidad-de-los-estudiantes-traves-de-la-educacion-superior