El espacio escolar y el uso de drogas
Por Mario Domínguez García
La escuela puede ser el primer espacio para conocer, probar e iniciarse en el consumo de sustancias psicoactivas, por ejemplo “Yo me empecé a drogar en la secundaría y cuando llegué al CCH, fue como el paraíso de la droga, toda la banda, todos, no había un güey que no, bueno, con los que yo me juntaba, era como lo más normal” (usuaria de 25 años).
La escuela por mucho tiempo se percibió como un factor protector para el consumo de drogas, sin embargo, en la actualidad no siempre funciona de esa manera. Las instituciones socializadoras, como la familia, la escuela, el Estado y la religión dejaron de ser factores protectores en el consumo de drogas y se han convertido en instituciones juzgadoras de las y los usuarios de drogas, en su mayoría jóvenes. Sobre los que recae un conjunto de adjetivaciones negativas como: drogadictos, viciosos, marihuanos, vagos, malvivientes, entre otras.
Etiquetas que los estigmatiza y criminaliza, sin considerar que en el consumo de sustancias psicoactivas existen diferentes perfiles de usuarios y que no todos han desarrollado una dependencia y una adicción a las drogas. El 80% de las y los usuarios de sustancias psicoactivas no desarrolla una adicción, porque solo las probaron una sola vez en su vida o experimentaron por poco tiempo el consumo de drogas.
Regularmente existe una ambigüedad en las escuelas respecto al consumo de sustancias psicoactivas, por un lado, están muy preocupadas por el consumo de sustancias, por mencionar algunas como: marihuana, inhalables, metanfetaminas (cristal), alcohol y tabaco dentro de la escuela, pero al mismo tiempo no quieren hablar de la problemática, como si al no hablar de ello dejara de existir.
En general, el personal de las escuelas no tiene las herramientas para tratar con el consumo de drogas y regularmente lo entienden como un problema de carácter punitivo que se soluciona a partir de castigar a las y los alumnos expulsándolos de la escuela y a veces remitiéndolos con la policía.
En consecuencia, la familia los encierra en los conocidos anexos de algún centro de rehabilitación, en los que si no están regulados la violencia con que los tratan provoca que lejos de dejar de consumir en cuanto salen después de tres meses vuelvan a consumir el mismo día que salen. Llenos de resentimiento hacia la escuela y la familia pasará mucho tiempo antes de que disminuya su consumo o de consumir y se apegue algún tratamiento.
La escuela y la familia se deshacen por un tiempo del problema, que tal vez no era problema, pero a partir de esas decisiones ya se volvió un problema y prolongará por mucho más tiempo del que pudieron invertir si en lugar de expulsarlo se le hubiera atendido con un profesional especializado en el consumo de sustancias psicoactivas. La psicología puede ser muy útil en estos casos, sobre todo si la persona se encuentra en una etapa inicial de experimentación. Es muy importante admitir, primero, que los jóvenes se ven atraídos por el uso de sustancias psicoactivas y no por ello son viciosos o delincuentes.
Que en muchos casos la escuela y la familia han dejado de ser un factor de protección para las y los alumnos que aún no se inician en el consumo de drogas. Que no es con castigos, encierros en anexos o cárceles que se va a solucionar el uso problemático de drogas.
Finalmente, que es indispensable capacitar al personal de las instituciones educativas para que cuenten con las herramientas necesarias, puedan identificar los diferentes consumos y tomen las mejores decisiones que no sea la expulsar a los estudiantes.
Por otra parte, tenemos algunas deficiencias estructurales que dificultan la atención y tratamiento del uso de drogas y, por ende, en el consumo de sustancias psicoactivas en las escuelas. No tenemos estudios recientes sobre el consumo de drogas en estudiantes de los diferentes niveles educativos, el último estudio se realizó en el 2016; no tenemos estudios de tipo cualitativo en espacios escolares, es decir, estudios que profundicen en las trayectorias de consumo de drogas y en la situación que viven las y los estudiantes que son usuarios de sustancias psicoactivas.
Adolecemos de programas de prevención que no estigmaticen a los usuarios y que sean atractivos para aquellos que aún no consumen, las campañas de miedo en los medios de comunicación han demostrado su fracaso. No toman en cuenta las voces de los propios jóvenes usuarios de drogas y las campañas están hechas por personas que creen que eso es lo que se necesita para que dejen de consumir sustancias psicoactivas.
Aunado a lo anterior, existe poca oferta de los gobiernos para la rehabilitación y el tratamiento del uso problemático de drogas, los centros privados de “bajo costo” con frecuencia son violentos y los caros están lejos del alcance de la mayoría de los usuarios. En ese sentido, sería ideal que el sistema escolar en los diferentes niveles educativos tuviera espacios de atención y tratamiento para los estudiantes que necesiten el servicio.