- Más fuerte que los bombardeos.
Primera entrega.
“Me dirijo a ustedes desde la sala del Consejo de Ministros, en el 10 de Downing Street. Esta mañana, el embajador británico en Berlín le entregó al Gobierno alemán una nota final, manifestando que, a menos que para las once horas recibamos respuesta diciéndonos que están preparando el inmediato retiro de sus tropas de Polonia, existirá el estado de guerra entre nosotros. Debo decirles ahora que tal compromiso no ha sido recibido y en consecuencia este país está en guerra con Alemania. Ustedes pueden imaginar lo duro que este golpe es para mí, ahora que mi largo empeño por lograr la paz ha fracasado…”
Así comenzaba la declaración de guerra que el primer ministro Neville Chamberlain que se transmitió por radio la mañana del tres de septiembre de 1939. Un anuncio que trajo preocupación aunque difícilmente sorpresa para ningún británico, tal como contaba Norman Longmate, un historiador que tuvo el privilegio no muy frecuente en su profesión de vivir aquellos acontecimientos a los que más adelante dedicaría su obra How We Lived Then: a History of Everyday Life during the Second World War, que nunca ha llegado a ser traducida al castellano aunque merece nuestra atención. Habituados a un enfoque de los acontecimientos históricos en el que priman las batallas y los grandes líderes, a veces se echa en falta también conocer de cerca la vida cotidiana de los ciudadanos anónimos en la retaguardia, al fin y al cabo en torno al noventa por ciento de la población británica fue civil durante toda o gran parte de la guerra. Su manera de percibir el conflicto en que estaba inmerso el mundo fue la más frecuente, así que en ella nos centraremos.
Decíamos que la declaración del primer ministro no sorprendió, dado que desde marzo del aquel año, con la ocupación alemana de Checoslovaquia, la pregunta que flotaba en el ambiente ya no era si llegaría a estallar la guerra, sino cuándo. Las noticias de la prensa y radio, las instrucciones a la población civil difundidas por las autoridades, los ensayos militares y de evacuación durante los meses siguientes, crearon una conciencia sobre la inevitabilidad de la guerra que llevó a muchos a aprovechar las vacaciones del verano ante la sospecha de que serían las últimas en mucho tiempo. Por si no fuera bastante, el 1 de agosto el Gobierno anunció su intención de racionar el combustible en cualquier momento, así que había que viajar a donde fuera mientras aún fuera posible… hasta que el anuncio del pacto Ribbentrop-Mólotov aguó toda intención ociosa. Formalmente firmado el 23 de agosto, se dio a conocer en realidad un par de días antes y era la señal de que, ahora sí, la guerra estaba a punto de comenzar. Aquellos que estaban fuera regresaron apresuradamente a sus localidades, desde donde poder enviar telegramas a amigos y familiares y seguir atentamente los boletines de la radio.
El día 24 el parlamento aprobó la Emergency Powers (Defence) Act 1939, una batería de medidas que dotaba al Gobierno de poderes excepcionales, establecía normas en torno al racionamiento, respuesta a ataques aéreos y mantenimiento de orden público que incluía las detenciones sin juicio y la pena de muerte ante ciertas infracciones. Fue aprobada inicialmente por un año de duración, aunque finalmente se prolongaría durante toda la guerra e influiría de forma excepcional en la vida de cada súbdito inglés.
Ese mismo día todos los profesores de escuelas del país fueron movilizados para participar en la evacuación de los niños de las grandes ciudades y desde el día siguiente la programación radiofónica sufrió una drástica reestructuración para mantener a la población informada. El 31 se llamó a filas a todos los reservistas y solamente un día después, el 1 de septiembre, el mundo entero se estremeció ante la noticia tanto tiempo esperada: Alemania había iniciado la invasión de Polonia. Una mujer que menciona Longmate dijo que ese día fue al cine y vio llorar al público cuando se informó de ello en el noticiero previo a la película. Fue el tema que centró las conversaciones a lo largo y ancho del país, que sintió ese momento como el verdadero inicio de la guerra pese a que aún no hubiera una declaración oficial.
Ese mismo día las calles se llenaron de carteles anunciando el estado de emergencia y dio comienzo la evacuación de los niños en las principales ciudades, con trenes y autobuses desbordados. Una movilización general entorpecida por la primera noche que se aplicó un apagón generalizado con el fin de evitar posibles ataques aéreos, costumbre que llegaría a arraigarse en el modo de vida inglés durante mucho tiempo después. Fue también el día en que los apenas veinte mil televisores con los que contaba por entonces Gran Bretaña dieron su última emisión, concretamente con dibujos de Mickey Mouse. No volvieron a recibir una señal hasta 1946.
Por ello, cuando el domingo día tres a las once y cuarto de la mañana Chamberlain inició su discurso radiado, todos los oyentes fueron conscientes del momento trascendental que estaban viviendo. La memoria de la Primera Guerra Mundial aún estaba fresca pero esta prometía ser aún más terrible. Apenas habían pasado ocho minutos desde el discurso cuando comenzaron a sonar las sirenas antiaéreas en Londres, seguidas poco después por otras en el resto de las grandes ciudades británicas. Era una señal para la que la población ya estaba adiestrada a responder corriendo a los refugios y poniéndose las máscaras antigás. Aunque según ciertos testimonios algunos se quedaron paralizados por el miedo ante un bombardeo que finalmente no se produjo.
Desde ese momento la radio suministró de forma constante toda clase de instrucciones que, al margen de la utilidad real que pudieran tener, proporcionaron seguridad psicológica a los oyentes. Se estaban enfrentando a algo desconocido, pero recibir órdenes paso a paso les hacía percibir que la situación estaba bajo control, que todo el mundo estaba siendo movilizado de acuerdo a un plan racional dictado por el Gobierno y solo había que seguirlo para estar a salvo. Longmate recoge numerosos testimonios de como ese día, apenas unas horas después del anuncio, surgió un espíritu de hermanamiento entre todos los habitantes del país. Como contaba una mujer de Kent «íbamos a las casas de los vecinos, hablábamos a los extraños en el autobús o en las tiendas», y otro residente en Chelsea «vi a vecinos que jamás habían intercambiado una palabra charlar animadamente, todo el mundo, reuniéndose en pequeños grupos para hablar de lo ocurrido esa mañana».
Edward Glover comenta: El examen atento de los descubrimientos psicológicos con respecto al hombre con respecto a las mujeres demuestra que son esencialmente otros tantos motivos de queja que el varón tiene contra el sexo femenino. No hay duda, por otra parte, de quemando los novelistas varones partan de la caricatura e intentan descripciones más ambiciosas del carácter femenino, generalmente obtienen resultados lamentables. Lo cual demuestra que, si bien la mujer puede no ser un enigma para sí misma, es difícil que el hombre la comprenda. Y dado que tanto en la guerra como en la paz los hombres dirigen el país, es considerable el riesgo de que el punto de vista y las necesidades de las mujeres sean descuidados o aun ignorados.
Ahora bien, es inútil sostener que la oral depende de la promoción del espíritu de solidaridad de las diferentes secciones de la comunidad, para ignorar luego las dos grandes clases que constituyen la especie. Una vez que las mujeres están desmoralizadas, el fin está próximo. La mayoría de los hombres y -aunque parezca extraño- casi toda las mujeres, ignoran este hecho. Hay una conspiración del silencio con respecto a las diferencias sexuales. Sea cual fuere la razón de esta conspiración (la cual relaciona indudablemente con las más profundas raíces de rivalidad y de los celos entre los sexos) aún nos negamos a ver el hecho de que las mujeres son siempre y distintas de los hombres.
Por otra parte, debemos evitar la tentación de refugiarnos en vagas generalizaciones biológicas y en concepciones con la conducta animal. Es cierto que, debido a su sexo, las mujeres están excluidas oficialmente, en la mayoría de los países, de toda la participación de la lucha. Y dada esta circunstancia, algunas mujeres se sienten molestas porque nada les permite compensar su falta de participación en el combate militar. Consideran que en tiempos de guerra constituye una situación injusta. De todos modos, sería absurdo pretender que aún estamos en la época en que las mujeres despedían a los guerreros agitando sus pañuelitos desde la torre del castillo. Es el resultado de varias generaciones de obreras de las fábricas de municiones y de organizaciones paramilitares. Pero el problema fundamental determinado por las diferenciación sexual no ha cambiado mucho. Es preciso enfrentar este hecho. Alude a la raíz misma de los motivos de la guerra. Y debemos encarar también el hecho muy concreto de la diferencia moral de los hombres y la moral de las mujeres y de sus diferentes reacciones respecto de la vida familiar. El riesgo real en el caso de la moral femenina consiste en que la guerra puede ensanchar la brecha existente entre la familia y el estado (Glover, 1940).
A las cuatro y media de ese mismo día se anunció la instauración del gabinete de guerra y el cierre de todos los lugares de entretenimiento hasta nueva orden. Se pedía a los ciudadanos mantenerse fuera de la calle todo el tiempo posible y portar siempre la máscara antigás, así como no emplear la iluminación en las carreteras tras el atardecer. Poco después, a las seis de la tarde, tuvo lugar otro discurso para la historia, uno de esos momentos que todo abuelo cuenta a sus nietos, diciéndoles «yo estuve allí». Jorge VI no tenía el don de la elocuencia, pero la solemnidad de la ocasión prevaleció por encima de alguna puntual dificultad en la pronunciación, como puede escucharse aquí. Cómo no quedarse con la piel de gallina y mirando al infinito cuando se escuchaba que «es por este alto objetivo que ahora llamo a mi pueblo en sus hogares y a los que están en ultramar, para que hagan propia nuestra causa. Les pido que se mantengan firmes, en calma y unidos en este tiempo de prueba. La tarea será difícil. Pueden haber días oscuros por delante, y la guerra ya no se limitará al campo de batalla. Pero solo podemos hacer lo correcto, como vemos lo justo, y con reverencia comprometer nuestra causa a Dios». Tras un día tan intenso fueron muchos los ingleses que quisieron concluirlo yendo esa noche a rezar a la iglesia, pues intuían la magnitud de lo que se avecinaba: había comenzado una guerra que costaría la vida de uno de cada cien habitantes del país y que cambiaría para siempre la de todos los demás.
En el capitulo III en “Temor y Moral”, E. Glover menciona: Durante los primeros seis meses de la guerra se habló mucho -aunque vagamente- sobre la moral, pero solo al comienzo de la Blitzkrieg el asunto cobró carácter de tema urgente. Poco tiempo después, en la trastienda de la taberna local se entabló una vivaz discusión sobre l problema. En el grupo se hallaron soldados que habían regresado al hogar después de reembarcarse a Dunkerque; naturalmente, fueron llamados a emitir su opinión, en calidad de expertos en moral. Evidentemente, los dos hombres tenían mejor voluntad del mundo, pero aunque fueron sometidos a un fuego graneado de preguntas, sólo atinaron a decir: “En realidad, no sabemos qué es exactamente”. A la hora de cerrar, una de las notabilidades locales volvió a la carga golpeándose orgullosamente el pecho y dijo: “Bueno, sea lo que fuere, lo cierto es que yo estoy lleno de moral”. Y después de esta concluyente observación, se hundió entre las sombras del oscurecimiento, y fue hallado poco después por el guardián de la defensa antiaérea, en momentos en que se arrastraba entre los nenúfares que crecían del otro lado del prado de la villa. Digamos de pasada que el hombre estaba familiarizado con ese pintoresco pero peligroso lugar adonde había ido impulsado por un acceso temporario de moral. Es evidente, entonces, que sea cual fuere la naturaleza intrínseca de la moral, hay por lo menos dos clases de moral: una auténtica moral, de la que su poseedor generalmente no tiene conciencia; y una moral excesivamente optimista y falsa, que no es muy diferente al fanfarroneo.
Y prosigue… en realidad, “moral” no es sino otro nombre del tipo de coraje que existe en grupos de personas unidas por vínculos comunes y que tienen confianza en sus jefes. Como es obvio, estas condiciones varían de acuerdo con el grupo. La moral de los individuos a una fiesta o de una multitud que espera el comienzo de una fiesta o de la multitud que espera el comienzo de una liquidación de verano no es muy elevada. Un grupo de personas reunidas al azar en un cinematógrafo probablemente se verá acometida por el pánico tan pronto oiga el grito de “¡fuego!”. No hay vínculos de personas que unan a las personas implicadas, y tampoco hay jefes. Cada uno está librado a sus propias fuerzas. Cuando se trata de un país, hay muchos vínculos comunes: raza, idioma, tradición, hábitos y costumbres, sin hablar del amor al país y de cierto vago sentimiento de disgusto o de suspicacia frente a los extranjeros. Así, a pesar de la existencia de diferencias económicas y de clase, en todos los países existe siempre un clima general de buena moral. Digamos de pasada que conviene recordar esta ultima observación cuando se habla de que “el frene interno” alemán se derrumbará al primer desastre militar. Hace poco nosotros mismos hemos soportado una tremenda serie de desilusiones y un desastre militar de primera magnitud. Sin embargo, después de una primera fase de presión y de aprensión en general, el resultado final ha sido que, por así decirlo, nos hemos ajustado el cinturón y nos hemos preparado para llevar adelante la lucha con más firma decisión. (Glover, 1940).
El gas no había sido un arma particularmente mortífera durante la Gran Guerra y sin embargo lograba causar pavor tanto en combatientes como en civiles, tal vez por los estragos físicos que provocaba o por la indefensión frente a algo ante lo que no sirve ponerse a cubierto. Las autoridades británicas se tomaron muy en serio la posibilidad de un ataque a gran escala de este tipo sobre las grandes ciudades, así que se repartieron máscaras antigás a todos los ciudadanos del país, a quienes se les recordaba constantemente la necesidad de llevarla consigo a todas partes mediante cuñas radiofónicas, anuncios en el cine o carteles como este: Hitler will send no warning – so always carry your gas mask. De manera que el día 4 de septiembre todo el mundo llevaba una máscara antigás encima, y si algún trabajador la había olvidado en su casa se le hacía regresar a por ella. Legalmente no era obligatorio llevarla, aunque en muchos locales podían denegarte el acceso si no portabas una en su correspondiente funda. Pronto la moda se adaptó a ellas, vendiéndose por ejemplo bolsos con un compartimento para llevarla. Incluso se llegó a fabricar una máscara infantil de Mickey Mouse. Si bien aquellos muy pequeños mostraban resistencia a que se les pusiera una máscara, en general los niños la aceptaron de buen grado y consideraban un juego los ensayos diarios en la escuela, compitiendo por ver cuánto tiempo aguantaban leyendo con ella puesta hasta que el cristal se empañaba. Incluso pasó a ser mencionada en una canción popular que cantaban durante sus juegos en el recreo: «Under the spreading chestnut tree / Neville Chamberlain said to me: / If you want to get your gas mask free, / Join the blinking A.R.P.».
Con el paso del tiempo el hábito de llevar una máscara encima fue decayendo a medida que se constataba que los ataques aéreos no recurrían a esta clase de armas. Bombardeos que, por otra parte, fueron muy intensos y devastadores: Londres fue asolada por la Luftwaffe nada menos que durante cincuenta y siete noches consecutivas, hasta que la RAF pudo imponer finalmente su dominio sobre el cielo.
En cualquier caso influyó notablemente en la vida civil. Dada la tecnología de la época una buena manera de evitar los bombardeos era dejar completamente a oscuras las ciudades para que los pilotos alemanes no pudieran localizarlas. Para ello se colocaron planchas de contrachapado en cada vivienda del país que trajeron consigo la posibilidad de ser empleados como pizarras para escribir toda clase de mensajes y burlas sobre ellos. También se bromeaba sobre la minuciosidad con la que eran colocados, pues nadie quería servir de faro al enemigo, como por ejemplo en el chiste: «—Puedo ver una grieta en tu ventana. —¿Es que no reconoces al embajador japonés cuando lo ves?».
A pesar de tales precauciones, los bombarderos alemanes a menudo lograron soltar su carga sobre las zonas habitadas y por ello resultaba fundamental seguir una serie de instrucciones sobre cómo ponerse a cubierto y, en especial, disponer de un refugio. Los locutores de la BBC que explicaban cómo construir un refugio se hicieron tan ubicuos en la programación que no fueron pocos quienes bautizaron a sus mascotas con sus nombres, Frank y Alvar. Cualquiera podía levantar el suyo, de acuerdo a una estructura denominada Anderson, el apellido del secretario de interior. Durante el primer año de guerra llegaron a construirse 2,3 millones de refugios Anderson, capaces de proteger a más de doce millones de británicos. Se trataba de refugios semisubterráneos —dada la acentuada afición nacional por la jardinería, hubo quienes los cubrieron de flores y plantas— descritos alguna vez como «iglús marrones», aquí pueden ver uno. En Londres el metro sirvió de refugio a casi doscientas mil personas cada noche, hasta el mismo Churchill utilizó con ese fin la estación de Down Street junto al resto de su gabinete de guerra. No obstante, un espacio tan desangelado, entre el ruido de las bombas y la compañía de extraños, no era obstáculo para socializar mientras se hacía ganchillo o para entretener con alardes gimnásticos.
A pesar de todas las precauciones que se tomasen, las grandes ciudades inglesas eran un entorno peligroso y, como decíamos anteriormente, desde antes incluso del estallido de la guerra hubo una evacuación que afectó en torno a tres millones y medio personas, especialmente niños (junto a sus madres si eran muy pequeños), hacia zonas rurales más seguras. Carteles como este se encargaban de recordarlo. Allí eran acogidos niños de parientes de la ciudad más o menos lejanos y a menudo también sin ningún vínculo familiar. Había quien comparaba de forma un tanto ácida el reparto de niños con un mercado de esclavos de otra época, pues las familias receptoras tenían ciertas preferencias y a algunos pequeños costaba más encontrarles destino. Particularmente a los niños católicos, generalmente provenientes de familias numerosas y considerados más sucios y asilvestrados, o los de origen cockney, a quienes a veces ni siquiera entendían al hablar. Hubo varias oleadas de evacuados a lo largo de los seis años de guerra, pues muchas familias hacían volver a sus hijos en cuanto percibían que el peligro había disminuido. De hecho para enero de 1940 más de la mitad de los niños ya habían regresado, por lo que las autoridades distribuyeron carteles como este, con un espectral Hitler tentando a una madre como la serpiente a Eva en el mito bíblico. De todas formas vivir fueras de las ciudades no aislaba a los niños de lo que estaba ocurriendo, aunque sí le daba un enfoque menos dramático. Como recordaba uno de ellos «fue una experiencia emocionante para alguien de catorce años, un grupo de nosotros iba en bicicleta donde había caído un avión o aterrizado en paracaídas un soldado enemigo, siempre intentábamos coger algún souvenir de los aviones derribados».
Si cómo vemos la guerra aérea tuvo una influencia crucial en la vida civil, también se hizo notar —con menor intensidad— la Batalla del Atlántico. Es decir, el empeño del Tercer Reich por bloquear los suministros a las islas mediante la guerra submarina, lo que trajo consigo la necesidad del racionamiento. Desde 1939 el petróleo y a partir del año siguiente también los alimentos, a los que se accedía mediante una cartilla familiar.
Ante tal austeridad material, añadida a un clima psicológico de constante amenaza en el que la simple vida diaria se convertía en un acto de heroísmo, las autoridades inglesas pronto comprendieron que la población necesitaba ciertas vías de escape.
Poco después de iniciada la guerra la mayoría de los cines y locales de ocio volvieron a abrir, lo que contribuyó a mantener alta la moral de la población. Alternaban las películas de evasión como el musical Me and my girl o la película de aventuras La posada de Jamaica de Alfred Hitchcock con otras propagandísticas como The Lion has wings. La BBC, inicialmente reacia a introducir música popular en su programación, acabó cediendo a los estilos modernos representados por el jazz y el swing, traídos por los soldados americanos destinados a las islas británicas. La música era por lo general alegre y hablaba sobre el amor con temas como «Moonlight Becomes You» en la versión de Bing Crosby y «We’ll meet again» de Vera Lynn. Como dice Longmate en el libro que hemos citado en varias ocasiones, «para las chicas que amaban el baile la guerra fue un tiempo feliz» y menciona el ejemplo de aquellas que, aún teniéndose que levantar cada día a las cinco de la mañana para acudir a las fábricas, nunca desaprovechaban la ocasión de ir a una fiesta, maquilladas y vestidas de la mejor manera que la situación permitía, donde flirtear con soldados de permiso. Las salas de baile abrían hasta las once de la noche y siempre estuvieron repletas, incluso en las temporadas en que los bombardeos fueron más frecuentes. (Bilbao, 2017).
Por su parte la Alemania Nazi , los psiquiatras observaron conductas de aislamiento social problemáticos para su sociedad. Paul Schröder, con quien Asperger realizó una pasantía en Leipzig en abril y mayo de 1934, fue la figura mas destacada en la configuración del enfoque nazi de la psiquiatría infantil. Esto fue poco más de un año después de que Hitler llegó al poder en Alemania. La impresionante unidad de la visión nacionalsocialista.
Como describió en su diario:
Un pueblo entero que va en una sola dirección, fanáticamente, con un rango estrecho de visión, ciertamente, pero también con entusiasmo y dedicación, con entrenamiento y disciplina tremendos, con un poder formidable. Ahora soldados, el pensamiento del soldado, el espíritu, el paganismo germánico “.
“El estado nazi pretendía, sobre todo, crear un Volk alemán espiritualmente unido, fuerte y racialmente puro, lo que significaba criar niños para ser dedicados al régimen, firmes y físicamente superiores.
Estas cualidades requerían mas que la simple conformidad. Necesitaban la capacidad de los niños para sentir un sentimiento de pertenencia nacional, que el régimen trataba de inculcar a través de organizaciones colectivas. Como Hitler describió en un discurso a los líderes de distrito en Reichenberg en 1938, el Tercer Reich tenía estándares estrictos:
Estos jóvenes no aprenden nada más que pensar como alemanes y actuar como alemanes. Estos niños y niñas ingresan a nuestras organizaciones a la edad de diez años y toman un poco de aire fresco, a menudo por primera vez; luego, después de cuatro años de Young Volk, pasan a la Juventud de Hitler, donde los guardamos por otros cuatro años [. . .] luego los llevamos inmediatamente al Partido, al Frente Laboral, a las SA o SS, al NSKK [Cuerpo Nacional de Motores Socialista], y así sucesivamente. Y si después de dos años y medio todavía no son verdaderos nacionalsocialistas, ingresarán al Servicio de Trabajo por otros seis, siete meses y serán pulidos allí.
Según Hitler […] ”
“Requerirles que se unan a la Liga Nacional de Maestros Socialistas. Casi un tercio de los maestros se unieron al propio Partido Nazi. Cada día, los escolares cantaban canciones nazis, aprendían sobre el excepcionalismo histórico y racial del alemán Volk, y observaban los retratos de Hitler que colgaban en todas las aulas. A los niños se les enseñó un compromiso total con la comunidad nacional.
La ciencia racial era una parte importante del plan de estudios. La instrucción era teórica, sobre la superioridad de las razas nórdicas y otras razas “arias» frente a la inferioridad de los judíos, eslavos y no europeos. Y fue práctico, enseñando a los niños cómo identificar rasgos raciales. Los jóvenes estaban rodeados de imágenes, como carteles con niños con cabellos que iban de rubio claro a marrón oscuro, desde narices rectas a narices en forma de gancho.
Los niños también aprendieron sobre defectos biológicos y fisiológicos. Fueron más difíciles de cuantificar, ya que las estimaciones de la incapacidad genética de Alemania se extendieron del 1% al 20% de la población. Pero los jóvenes recibieron el mensaje de que las personas con problemas se escondían entre ellos, arrastrando el Volk. Una pregunta matemática, por ejemplo, preguntó: “Un idiota en una institución cuesta alrededor de cuatro Reichsmarks por día. ¿Cuánto costaría si tiene que ser cuidado?
Ciertamente, la fuerza y la obediencia eran requisitos previos para la pertenencia nacional, fundamentales para los ideales nazis del Volk. Un lector para estudiantes de tercer y cuarto grado en 1937 presentó la advertencia de Hitler a los jóvenes:
Queremos
El Volk para ser obediente,
¡Y ustedes deben entrenarse en obediencia!
Debes aprender a ser duro,
Asumir penurias,
Sin romper nunca.
El espíritu comunitario también se enseñaba en los libros de texto. Los niños fueron atacados con imágenes de jóvenes celosos comprometidos con el Volk hasta el punto de frenesí. Una tarea en un lector de quinto y sexto grado de 1936 exaltó los éxtasis de la multitud fascista, describiendo la “tormenta” de Horst Wessel en el Rally de Nuremberg en 1929:
La llamada llegó por la tarde: ¡únete a la procesión de antorchas! Las calles estaban atestadas de gente. Finalmente, la línea comenzó a moverse, una enorme e interminable serpiente de fuego. A ambos lados de nosotros una multitud salvaje y alegre. [. . .] Marchamos, mareados y entusiastas a la luz de las antorchas, a más y más grandes vítores. Pasamos por delante del Führer en apretado cierre. Música, canto, júbilo. Fue demasiado a la vez.
“En el estado nazi, las líneas entre las dos categorías eran borrosas. Depende de los psiquiatras infantiles nazis como Asperger diagnosticar el carácter de un niño en contra de las normas del régimen. Los niños que no cumplen con los estándares nazis (en mente, cuerpo y espíritu) pueden enfrentar cualquier cantidad de etiquetas. Mientras los ideales se multiplicaban, las definiciones de defectos se multiplicaban; eran dos caras de la misma moneda en el régimen de diagnóstico del Reich.
Como la psiquiatría infantil nazi hizo afirmaciones progresivamente grandiosas sobre los espíritus y el valor de los niños, la condición física para el Volk no era solo sobre el cuerpo, sino también sobre la mente. Uno tenía que sentirse y comportarse como parte de lo colectivo, con un sentimiento social, una condición de pertenencia biosocial tanto racial como socialmente. Después de todo, el colectivismo fascista estaba en el centro del proyecto nacionalsocialista.
La psiquiatría infantil tuvo un lugar importante en la ambición del Reich por una comunidad nacional unificada y homogénea. Alemania, con sus academias altamente desarrolladas de ciencia y medicina, ha sido durante mucho tiempo un lugar donde los aspirantes a médicos e investigadores de otras partes de Europa fueron a estudiar o buscar títulos avanzados. Para la psiquiatría infantil, una de las principales instituciones fue el hospital psiquiátrico de la Universidad de Leipzig, donde Paul Schröder fue director. (Sheffer, 2018).
La Pedagogía Curativa menciona Asperger (1952) que es una ciencia relativamente joven. Aun cuando los comienzos de su teoría y de su práctica terapéutica se remontan a épocas anteriores, ha quedado reservada a estas dos últimas generaciones la sistematización de los resultados obtenidos y la elaboración de nuevos métodos de tratamiento.
Designaremos el nombre de Pedagogía Curativa a la ciencia que, partiendo de un conocimiento de las personalidades infantiles anormales fundado en la bióloga, busca caminos preferentemente pedagógicos para el tratamiento de los defectos mentales, sensoriales y de las perturbaciones nerviosas o psíquicas en niños y jóvenes. Estamos convencidos de que una educación adecuada de la persona, una educación basada en el conocimiento del hombre, puede influir beneficiosa y decisivamente en las personalidades anormales.
Esta labor, tanto si se realiza con el nombre de Pedagogía Curativa como cualquier otro, ha recibido gran impulso en estos últimos tiempos, al reconocerse la acción decisiva que pueden ejercer sus objetivos en el actual estado de las cosas. Se debe ello, sin duda alguna, a la amenaza que pesa los mismo sobre la persona humana en particular que sobre la comunidad en general, en virtud de los adelantos conseguidos por la técnica moderna.
El desarrollo de la Pedagogía Curativa se ha producido de modo algo distinto del de otras disciplinas científicas, que se ha ido separando de sus respectivas ciencias madres por su proceso de especialización, como ha ocurrido. Por ejemplo, con la Pediatría a partir de la medicina interna. En el caso de la Pedagogía Curativa, se trata de la confluencia de cinco ciencias: dos especialidades médica, a saber, la Psiquiatría y la Pediatría, y tres ciencias humanas, que son la Psicología, la Sociología, y la Pedagogía. De ahí que la Pedagogía Curativa sea considerada como feudo propio por los que proceden de una u otra de sus de sus disciplinas originales, lo que con frecuencia da lugar a discusiones al tratar de defender cada uno de su posición respectiva.
Asperger comenta acerca de la Psiquiatría que en los países de habla alemana, excepto Austria, y en casi todos los demás, se conoce nuestro campo de acción con el nombre de Psiquiatría Infantil. Esto obedece a que, en la mayoría de las naciones, se encargan de nuestra labor personas formadas en el terreno de la Psiquiatría, y también en el hecho de que son principalmente psiquiatras los que han sentado los fundamentos científicos de esta nueva disciplina. Por ora parte, los distintos técnicos de la Pedagogía Curativa son la filiación psiquiátrica, si bien, al no bastarnos los giros puramente psiquiátricos, utilizamos también denominaciones procedentes de la Caracterología y de oras ciencias que nos permitan describir el comportamiento del niño desde el punto de vista pedagógico.
El concepto de Psiquiatría juvenil resulta igualmente valido para otro sector de nuestro campo: en el derecho relativo a la juventud, tanto en lo que se refiere a la capacidad legal de lo menores de edad, principalmente en lo que concierne a la responsabilidad en la delincuencia juvenil, como en lo que toca a la tutela de tales jóvenes. En todos estos casos se ha acudido en primer lugar al psiquiatra forense, ya que parecía casi imprescindible la intervención de una persona en formación y conocimientos psiquiátricos sólidos, aun cuando los problemas allí planteados rebasarán en mucho la pura competencia del psiquiatra.
Otro sector importante de nuestro campo aparece indiscutiblemente como dominio de la Psiquiatría: el psicoterapéutico. Si bien todo médico, en su sentido amplio, debe ser psicoterapeuta, e incluso deberían serlo todos los maestros y, en general, todos aquellos que han de guiar y educar a seres humanos, sobre todo cuando se trata de anormales, no es menos cierto que siempre fue obra de psiquiatras la creación de sistemas y escuelas de estilo psicoterapéutico, así como la elaboración de métodos y técnicas psicoterapéuticos. Constituye éste el mayor servicio que la Psiquiatría rinde a la Pedagogía Curativa, aunque al mismo tiempo representa un peligro para esta última. Todos los sistemas psicoterapéuticos han sido creados basados en personalidades acabadas y experimentadas con ellos; tal calificativo revestía casi siempre doble sentido: el de haber terminado su desarrollo y, además, el de hallarse al final de un proceso de degradación. El psicoterapeuta, si es además psiquiatra, no tiene a menudo completa y verdadera experiencia con los niños, y tal experiencia sólo puede adquirirse mediante constante y profunda convivencia con ellos. Por otra parte, en virtud de su experiencia con personas adultas, el psiquiatra tiene fácil propensión a olvidarse de las sanas energías de desarrollo, que con frecuencia pueden conseguir por si mismas mejorías asombrosas en niños que presentan graves síndromes patológicos; por otra parte, sólo en muy raras ocasiones está inspirado por el interés y la pasón pedagógicos necesarios para que resulte operante la Pedagogía Curativa. (Asperger, 1952).
Asperger más tarde afirmaría que el enfoque de Schröder fue formativo para su pensamiento; en 1942 se llamó a sí mismo un estudiante de Schröder con “orgullo y reverencia». A medida que el compromiso con Volk se convirtió en una prioridad en el Tercer Reich, los psiquiatras infantiles nazis como Schröder y sus colegas notaron que los niños creían que forjaban vínculos sociales más débiles y no se alineaban. con el grupo. Este nuevo paradigma llevó a varios practicantes a desarrollar diagnósticos para niños que carecían de conexión con la comunidad, que se parecía y precedió a la definición de psicopatía autista de Asperger.
Los psiquiatras infantiles nazis utilizaron el término Gemüt para expresar sus ideas de sentimiento social. Gemüt es una de las palabras famosamente intraducibles de la lengua alemana, y su significado cambió dramáticamente con el tiempo. Para los pensadores nazis, Gemüt se refirió a la capacidad fundamental de uno para establecer vínculos profundos con otras personas. Tenía connotaciones metafísicas y sociales. El buen Gemüt era esencial para el valor de uno como individuo y para la salud de Volk.
El término Gemüt surgió en el siglo dieciocho como sinónimo de alma, o Seele. A medida que las ideas del alma se secularizaban y las personas prestaban cada vez más atención a las emociones personales, Gemüt se convirtió en un término favorito en la cultura alemana.
El significado de Gemüt, de hecho, se regeneró a mediados del siglo XIX. En la conversación cotidiana, perdió algo de su sabor existencial y artístico y se volvió más sobre emociones personales y sociales positivas. Tener Gemüt significaba poseer una vida interna rica, fuertes vínculos con familiares y amigos, y un temperamento cálido y amistoso. Con el uso común de “gemütlich», acogedor o hogareño, también abarcaba la sociabilidad cotidiana e informal. Pero en filosofía, las artes, la literatura y otros campos intelectuales, conservó más connotaciones metafísicas.
Mientras trabajaba en Leipzig, Asperger se enamoró especialmente de la escuela de psicología holística de Leipzig, que se centraba en el Ganzheit de los individuos, o “totalidad». Crucial para su “caracterización» era Gemüt, que significaba una calidad que abarca todos los sentimientos conectados, la experiencia. , conciencia y carácter. El Gemüt de One refleja el valor de uno mismo. De hecho, cuando Félix Krueger, uno de los líderes de la escuela de Leipzig, se convirtió en presidente de la Sociedad Alemana de Psicología en 1933, su primer discurso elogió la “profundidad de Gemüt» [gemütstiefe] de Hitler. El “maravilloso vigor de Hitler, su entusiasmo, su celo, su alemán Gemüt».
El “psicólogo Erich Jaensch estableció la tipología racial dominante del» tipo de integración del Norte “(tipo J) como el opuesto superior del» tipo de disolución judeo-liberal “(tipo S), o» antitipo “[Gegentyp]. Aunque Asperger citaría a otros en su tesis postdoctoral seminal sobre psicopatía autista en 1944, refiriéndose a solo nueve autores en sesenta y una páginas, señaló dos veces la tipología antisemita de Jaensch, con aparente respaldo.
Gemüt fue un concepto central para los psiquiatras especializados en criminología. Asperger destacaría la definición de psicopatía del psiquiatra alemán Kurt Schneider en su tesis de 1944, que advirtió sobre los “psicópatas sin gemüt menos» [psicópatas psicópatas] que tenían “defectos altruistas, sociales y morales», sin “compasión, vergüenza, honor». El psiquiatra nazi Friedrich Stumpfl, una figura destacada en biología hereditaria y racial, también enfatizó los peligros genéticos y criminales de los psicópatas sin Gemüt y la “falta de Gemüt del resfriado autista” .
Si bien Gemüt había tenido un carácter nacionalista durante siglos (los alemanes afirmaban que poseían más Gemüt que otros europeos, en particular el francés mezquino y racional), bajo el nacionalsocialismo, Gemüt se volvió racializado. El diccionario de Meyer de 1938 lo definió como “un término peculiar de los alemanes y no traducible a ningún otro idioma, que involucra el sentimiento de interioridad […]»
Asperger y sus colegas no solo sobrevivieron sino que también prosperaron durante el Tercer Reich. La expulsión de tantos médicos y psicoanalistas judíos creó un vacío que amplió sus oportunidades. Asperger y sus asociados, y la Pedagogía Curativa en su conjunto, ganaron prominencia en el estado nazi. Como Hamburger instruyó en una conferencia ceremonial después de la anexión, un médico en el Tercer Reich “debe ser un verdadero nacionalsocialista. Debe estar completamente saturado con los principios nacionalsocialistas de conducta en el estilo de vida y la salud “. En este nuevo clima, Asperger propuso una nueva forma de clasificar a los niños».
Asperger también podría haber estado considerando su carrera en un escenario más grande. Los psiquiatras infantiles nazis habían consolidado una reputación internacional. Su antiguo mentor, Paul Schröder, acababa de ser elegido como el primer presidente de la Asociación Internacional de Psiquiatría Infantil, que celebró su primera reunión en París en julio de 1937 como parte de la Exposición Mundial. La reunión de París había sido un gran evento, que atrajo a 350 participantes de cuarenta y nueve países diferentes, y estaba equipada con la última tecnología de auriculares para la traducción simultánea. La delegación del Reich incluyó a Ernst Rüdin y Hans Heinze, mientras que Werner Villinger fue incluido como contribuyente pero no asistió. Franz Hamburger era un representante oficial de Austria. Asperger no estaba en la lista, pero, cerca de Hamburger, habría escuchado sobre el evento, y quizás deseaba estar entre estas figuras influyentes.65 En París, la Asociación Internacional de Psiquiatría Infantil planeó su próxima conferencia en el Tercer Reich bajo El liderazgo de Schröder, aunque nunca se llevó a cabo.
En la primera frase de la conferencia de Asperger de 1938 sobre psicopatía autista, Asperger aclamó la gran ambición del Reich de transformar la sociedad: “Estamos en medio de una reorganización masiva de nuestra vida mental, que ha abarcado […]»
“En toda nuestra actitud hacia el activo mas valioso de la nación, su salud» .
Asperger pareció aceptar la política de esterilización. Reconoció que él Reich había cambiado las prácticas de salud y que los médicos ahora deberían desempeñar un papel en la aplicación de las leyes de higiene racial. “Los médicos debemos asumir la responsabilidad total de las tareas que ahora estamos realizando en esta área”. 67 Asperger invocó la Ley Nazi para la Prevención de los Hijos con Enfermedades Genéticas, la ley de esterilización del régimen. Afirmó la “responsabilidad» de los médicos del Reich de prevenir “la transmisión de material genético enfermo», que ahora incluía el deber de informar a las personas con condiciones supuestamente hereditarias para la esterilización forzada. Sin embargo, Asperger instó a los médicos a tener cuidado al seleccionar a las personas para la esterilización, a juzgarlas como individuos en lugar de por pruebas y estadísticas. (Sheffer, 2018).
Escrito por Hugo Arce.
Miembro de école lacanienne de psychanalyse.